Doce

XII. Tropiezos y caídas.

Venía perturbada por la cacería, y es que algo muy extraño había pasado. Del grupo de los cazadores —un total de veintiuno contándola a ella— debían salir un par a cazar para la hoguera de esa noche. Pero en contra de toda lógica, Ivar decidió enviar a un grupo de diez al exterior, de los cuales cuatro estaban heridos o enfermos. No tenía sentido alguno, pero el joven y los demás dirigentes del grupo dijeron que alguien solamente se podía recuperar si se movía, una soberana estupidez si a ella le preguntaban. En la tribu de su padre jamás ocurrió algo similar. Como fuera, debían salir y cazar una buena cantidad para saciar a todo el pueblo. Se preparó con las armas que había adquirido durante su estancia y salieron apenas comenzó a aclarar.

Adelante y atrás iban los más vigorosos, en medio, los que no lo eran tanto. Se inclinaron en dirección Norte y llegaron a un lodazal, donde la humedad era irrespirable. Todo estaba lleno

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