Capítulo 25. Una invitación

M I L A

El toque de la puerta me saca de mis pensamientos, mis tripas gruñen y es un recordatorio que es el servicio a la habitación, me levanto con el pijama y las calcetas de figuras de colores, llego al mueble que está cerca de la entrada y busco en mi bolso propina para el mesero, era demasiado tarde y la cocina ya estaba cerrada, así que un extra por el gesto de hacerme cena no estaba de más.

Vuelven a tocar.

—Voy...—abro la puerta y abro los ojos con sorpresa. —Maximiliano…

Es él.

Está en una silla de ruedas con la pierna levantada.

—Hola, Mila, —me da un repaso discretamente. —¿Estabas dormida? —arruga su ceño, luego niego a toda prisa, le abro más la puerta para que pueda entrar con la silla de ruedas, presiona un botón y esta se mueve según &
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