M I L A
Me quedo en silencio por un momento al escuchar a Max decirme que mis recuerdos de aquella casa, es nuestra. Siento como la piel se me eriza de pies a cabeza, el escalofrío me ha recorrido por la espina dorsal, mi boca quiere articular una palabra, pero no sale mi voz. Cierro mis labios y los humedezco al sentirlos resecos.—¿Has dicho, “nuestra casa”? —Maximiliano asiente lentamente, inspeccionando mi reacción detenidamente.—Sí. ¿Te sientes bien? —me pregunta, preocupado, me levanto de mi lugar y comienzo a caminar de un lado a otro, intento acomodar mis pensamientos, me detengo y me vuelvo hacia a él.—Estamos aún en problemas, ¿Cierto? —no quería que me arrebatara nadie este momento, estaba poniendo piezas en su lugar, pero él había incumplido una cláusula, y