Dani
Cuando tocaron la puerta de casa, supe de primera mano que se trataba de Stefan, quien venía a visitarme para hacerme compañía y levantarme los ánimos. Mis fachas no eran las mejores, pero al menos me arreglé un poco antes de que él llegar a la casa, para no recibirlo como la última vez. Ese día me veía muy mal y me sentí incómoda por mi aspecto. Hoy, aunque tenía la nariz y los ojos rojos de tanto llorar, no me parecía tanto a un zombi.
Arrastré mis pies por el suelo y caminé hasta la entrada, donde le abrí la puerta a Stefan, quien se veía sumamente guapo, como siempre. Me sonrió y se fijó detenidamente en mis ojos, analizando mi tristeza. Hizo una mueca ante mi expresión triste y me preguntó si podía pasar.
—Sí, pasa —respondí.
—Te traje helado &md