Leonardo no le dió descanso a Sara, pues desde que llegó diez minutos tarde le hizo ver que la puntualidad también tenía que ver, ya que tenía su tiempo para cada lección a aprender.
Estaba decidido a que indefensa no sería, por lo cual le mostró los puntos débiles del cuerpo, donde golpear en caso de un ataque sorpresa y sobretodo, que partes del cuerpo podía usar.
Pasó su brazo por su cuello, dando indicaciones de qué hacer en ese caso. Sara lo entendió y en pocos segundos ya se había logrado liberar.
__ Aprendes rápido, esa es una ventaja. - le dijo Leonardo al verla suspirar. - Solo que usa mayor fuerza.
__ Eres mi esposo. ¿Quieres que te golpee? - preguntó ella con una risa.
__ No pienses en que soy tu esposo. Mírame como un atacante. - sacudió los brazos.
__ Primera vez que me gusta mi atacante. - murmuró Sara y Leonardo no entendió ni como era que aquella mujer era la que lo tenía contra las cuerdas. No se tomaba las cosas en serio jamás.
__ Sara.
__ Ya, Leo. Era una broma.