Por supuesto que Vittoria no le había dicho que regalara una corbata. Lo que en realidad le recomendó fue que comprara preservativos… de varios sabores. También le habló de pijamas especiales y ropa interior de las que no se usan para dormir. Apenas Clarissa vio esas cosas, se puso tan roja que salió corriendo de la tienda. Ni loca pensaba comprar algo así.
Giovanni, al verla tan colorada, pareció sospechar algo. Alzó una ceja, con curiosidad.
De pronto, con un movimiento rápido, estiró el brazo y la jaló hacia él. Terminaron los dos sentados en la alfombra, y Clarissa cayó directo en su pecho sin poder frenarse.
—¿Qué te dijo esa amiga tuya para que estés más roja que un tomate? —preguntó Giovanni mientras la abrazaba. Sus labios, cálidos, rozaban su mejilla hasta llegar a la oreja.
Clarissa, temblando, bajó la cabeza y apretó su camisa sin pensar.
Giovanni, mientras la esperaba afuera del cuarto, ya se había quitado el saco y la chaqueta. Tenía las mangas de la camisa arremangadas y