Inusual.

La rubia entra con gracia a la habitación, seguida por el caballero ataviado en un elegante traje oscuro. Al cerrar la puerta tras de sí, el caballero dirige de inmediato toda su atención hacia ella. La dama escanea la habitación con la mirada hasta toparse con unos ojos llenos de oscuridad que provocan que su cuerpo se estremezca.

Él se aproxima con pasos lentos pero decididos, ella siente como su corazón late desbocado. Nerviosismo, miedo y excitación la invaden simultáneamente, creando una atmósfera peligrosa. Es como estar en una habitación con la muerte misma, enfrentándola a los ojos y visualizando un final cruel e inevitable.

— Stasera sarà molto divertente — susurra el italiano al quedar a solo centímetros de ella.

(Esta noche será muy divertida)

Las palabras llegan hasta la estadounidense como una bella melodía que acaricia sus oídos, el hermoso acento italiano pronunciado por su seductora voz era simplemente excitante.

— Sono completamente d’accordo — responde ella, acercando sus labios a los de él para besarlo, pero justo cuando está por conseguirlo el hombre aleja ligeramente su cabeza dejando ver una media sonrisa.

(Estoy completamente de acuerdo)

La agente, quién miraba sus labios con atención sube la mirada hasta sus ojos al no entender su reacción.

Él acerca sus labios a su oído — no me gustan las rubias — habla en un susurro casi inaudible, que evita que los agentes que prestan atención al micrófono lo escuchen — mucho menos las espías.

Ella queda paralizada, había sido descubierta, entonces ¿Por qué había aceptado entrar con ella en la habitación? El hombre frente a ella era todo un enigma a sus ojos. En un rápido movimiento introduce su mano debajo del vestido y saca una Walther ppk, para posteriormente apuntarle a la cabeza.

El hombre levanta sus manos con una sonrisa divertida en su rostro, como si aquello fuese exactamente lo que estaba esperando que hiciese.

— El paquete está listo — dice al verse sin más opción, pretendía tenerlo más controlado a la hora de dar la señal, pero se le había salido de las manos.

— Copiado — responde el jefe — esa es la señal, tráiganme a Russo sin que nadie se entere — ordena a los demás agentes, los cuales acatan la orden y se dirigen hacia la habitación por el camino secreto que habían programado.

— Si mueves un solo dedo te reviento la tapa de los sesos, así que ni lo intentes — amenaza con la pistola aún en dirección a él.

— Tranquila — responde él, con tal tranquila que hace que ella se sienta demasiado insegura — no hay necesidad de usar la agresividad.

La puerta se abre y por ella ingresan cuatro agentes, mientras que el resto se mantiene fuera, asegurando el camino libre para la retirada. Los cuatro apuntan con sus armas hacia el objetivo , uno de ellos se acerca a la agente y le entrega unas esposas, ella baja su arma y con un ademán le indica al detenido que se gire para colocarlas.

— ¿Va a leerme mis derechos agente? — pregunta divertido mientras obedece, dándole la espalda y poniendo sus manos detrás.

Ella coloca las esposas y las cierra con fuerza, ocasionándole cierto dolor, que no muestra en lo más mínimo — no somos la policía, nosotros no leemos derechos, así que cierra la puta boca.

— ¿Tanto le molestó que le negara un beso? Quizás si se tiñera el cabello lo pensaría. — el nuevo comportamiento de la mujer ciertamente le gustaba.

— Pido permiso para iniciar fase D, retirada — habla ignorándolo, en espera de respuesta.

— Autorizada, salgan de ahí — contesta el agente al mando.

— Vámonos.

En la penumbra de la noche, el equipo de agentes desliza su presencia por el edificio, poniéndose en marcha, como sombras expertas danzando en la oscuridad. Habían completado la misión con resultados satisfactorios, extrayendo al criminal sin que el más mínimo susurro de su hazaña llegara a oídos ajenos.

Cada movimiento estaba sincronizado a la perfección, sus gestos elegantes y sigilosos. Sin titubear, se retiraron del edificio, dejando al personal de seguridad disfuncional, sin posibilidades de saber que los atacó.

En las sombras, llevaban al criminal cautivo, su presa ahora segura en manos de SWSO (Secret World Security Organization). El silencio que los envolvía era tan profundo como la satisfacción de haber completado la misión en total sigilo, como fantasmas que se desvanecen en la oscuridad, dejando solo el eco de su éxito tras de sí.

En una de las puertas traseras del edificio aguardaban las camionetas, listas para recibir a los agentes y emprender su viaje de regreso a la agencia. Al salir cada agente ingresa de manera rápida y eficiente a la camioneta que le corresponde, Sirio Russo aborda la camioneta del jefe, junto con la agente que lo había capturado.

— Buen trabajo — felicita el agente que aguardaba por ella.

— Gracias — responde, mientras encadena a Russo de la camioneta, no podía permitir que escapara después de haberlo capturado.

La agente que permanecía pegada a la pantalla le ofrece su chaqueta; ella la acepta y la coloca sobre su elegante vestido. Bajo la mirada atenta del italiano, Daia se despoja de la peluca rubia, revelando un hermoso y corto cabello negro azabache que cae de manera rebelde hasta más arriba de sus hombros. Con sus manos, moldea con destreza su melena. Después, con cuidado, se quita los lentes de contacto, transformando el gris de su mirada en un cautivador color lavanda.

El hombre, intrigado por la nueva apariencia de la mujer, se sorprende internamente al notar el inusual color de sus ojos. Aunque había oído hablar del síndrome de Alejandría, nunca antes lo había presenciado. Un leve destello de interés surge en él; la mujer con los ojos encantadores ciertamente atrae su atención. A diferencia de la rubia inicial, ahora Daia le parece una mujer tentadora.

La nueva versión que conocía de la agente Walton lograba captar su atención con su actitud segura de sí misma, ese cabello tan negro que le encantaba y, sobre todo, esos inusuales ojos de color lavanda que lo habían cautivado. Quería ver esos ojos llenarse de lágrimas por su causa; sentía la necesidad de hacerla suplicar piedad mientras él acababa con su personalidad, marcaba su piel blanca y dejaba su huella en cada centímetro, asfixiarla hasta el punto en que ya no logre respirar. Todas esas fantasías se instalaron en su mente, haciendo que en él creciera un nuevo objetivo.

Mientras, bajo el resplandor de los imponentes rascacielos iluminados, el convoy de camionetas negras avanzaba sigilosamente por las calles nocturnas de Dubai, organizados de manera estratégica para cubrir cualquier punto vulnerable por el cual pudiera producirse algún atentado.

En el centro de la formación, el criminal, custodiado con precisión. Las altas torres de cristal se perfilaban contra el cielo nocturno mientras el conjunto de camionetas avanzaba, serpenteando entre rascacielos iluminados. La ciudad se convertía en un escenario de neones y sombras, un juego de luces y secretos.

El trayecto se extendía, las calles desiertas se convertían en avenidas interminables. Finalmente, llegaron a una pista de despegue remota. En la penumbra, un avión privado aguardaba con majestuosidad. Era una obra maestra futurística, con líneas aerodinámicas y detalles tecnológicos que parecían sacados de la imaginación de un visionario.

El comandante de la misión dio la señal y las puertas laterales de las camionetas se abrieron sincronizadamente. Los agentes escoltaron al criminal hacia la rampa de embarque del avión, donde una escalera desplegable aguardaba. La entrada al interior del avión reveló una sala de operaciones de última generación, con monitores táctiles y asientos ergonómicos.

Mientras el criminal era asegurado en un compartimento especialmente diseñado, el avión despegó suavemente. Internamente, la cabina se iluminó con una gama de colores sutiles, creando un ambiente sereno. Los agentes se acomodaron en sus asientos mientras el avión se elevaba sobre los rascacielos de Dubai.

En la cabina de mando, pantallas holográficas mostraban la ruta hacia la base de la SWSO en Estados Unidos. La aeronave avanzaba con una velocidad asombrosa, fusionando elegancia y tecnología punta.

El vuelo transcurrió sin contratiempos, y el avión aterrizó en una pista privada de la agencia en Estados Unidos. Las puertas se abrieron con un susurro mecánico, revelando un complejo de alta seguridad.

Escoltado por aproximadamente cincuenta agentes especializados, entre estos, cuatro pertenecientes a la élite, Sirio Russo ingresa como el criminal más peligroso a nivel mundial, siendo por tal razón él más custodiado de todos los reclusos.

Mientras se adentran en las instalaciones de la SWSO el criminal que escoltan escanea todo a su paso, poniendo en marcha su plan secreto desde ese mismo instante, sin embargo, todos a su alrededor se encuentran ajenos al peligro que significa la presencia de Sirio en ese lugar, nadie si quiera puede imaginarse sus ocultas intenciones, en las cuales, ahora estaba incluida Daia Walton; su nueva presa.

Frase #2

Entre la balanza de la justicia y los hilos del corazón, me encuentro atrapada en un torbellino de emociones prohibidas. En su mirada criminal veo la condena que me espera, pero mi corazón se obstina en bailar al compás de un amor que sé, solo me llevará a la perdición. — Daia Walton.

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