La misión.

En las resplandecientes luces de Dubái, un club clandestino emerge como epicentro de intrigas y poder. Entre sus selectas paredes, convergen las élites más oscuras del mundo: desde implacables narcotraficantes hasta astutos políticos y sus herederos. En el juego sutil de las sombras, los millones se apuestan con la misma facilidad que se disfruta de los casinos y juegos de azar. El bullicio de las mesas de billar resuena mientras las risas y susurros tejen una red de secretos. En esta amalgama de lujo y peligro, las sensuales figuras femeninas danzan con destreza, añadiendo un toque de seducción a la atmósfera envolvente de este extravagante club disco en el corazón de la ciudad de los sueños.

Mientras la multitud se sumerge en variadas actividades, deleitándose con los encantos que ofrece este lugar exótico, hay un hombre apartado, envuelto en un aura sombría, indiferente a su entorno. Despreocupado, saborea con aires de superioridad la bebida más exclusiva del club.

A su alrededor, todos parecían insignificantes; se hallaba fuera de lugar entre hombres poderosos que él veía como simples ratas, derrochando dinero en la falsa creencia de poseer el verdadero poder. Estaban equivocados, ya que la auténtica influencia va más allá de la riqueza o la fama.

Mientras ese hombre se deleitaba con su bebida, unos ojos grises lo observaban minuciosamente, apreciando internamente la actitud de superioridad que emanaba de él.

— Objetivo a la vista — pronuncian sus labios pintados de un rojo carmesí — pido autorización para iniciar con la fase B — habló al micrófono oculto en sus prendas.

— Autorizada — respondió el agente al otro lado de la línea.

La bella mujer rubia, con melena extensa, ojos grises, una figura tentadora y un vestido sensual pero elegante, se aproxima al hombre solitario. Mueve sus caderas con un vaivén seductor, capturando la atención de ese individuo que emana peligro incluso sin la necesidad de hacer el mínimo gesto. Ambos entran en un juego de miradas, donde los profundos ojos negros ganan terreno, sumiendo al gris en su oscuridad siniestra. La rubia desvía la mirada ante la intensidad de esos ojos implacables, mientras el desconocido aprovecha la distracción para estudiarla rápidamente y con discreción, apreciando su atractivo físico pero restándole importancia. Después de todo, ella no es más que una mujer común, sometida a los estándares de belleza impuestos por la sociedad.

— ¿Puedo? — pregunta la rubia al llegar frente al desconocido. Él se limita a asentir con la cabeza, y la mujer procede a tomar asiento a su lado.

Mientras se acomoda en su asiento, la mujer dedica una mirada discreta al caballero que tiene enfrente. Él es un hombre de una atractiva presencia, su belleza resulta verdaderamente cautivadora. Su melena oscura cae elegantemente hasta sus hombros, contrastando con una piel bronceada que resalta su atractivo. Los ojos, tan oscuros como la profundidad de su alma, intensifican la misteriosa fascinación que emana de él. Las facciones de su rostro están marcadas con cierta prominencia, y el aura de peligrosidad que lo envuelve completa su irresistible encanto.

— ¿Y tú quién eres? — pregunta la mujer, aparentemente prendada de su belleza.

El caballero realiza un ademán al camarero, quien permanece a poca distancia, sujetando la bebida adquirida con la intención de servirla. El joven se aproxima y le ofrece un nuevo vaso con el mismo líquido.

— Usted es la que se acerca ¿Quién es usted? — pregunta él, extendiendo el trago que había recibido del camarero, entregándolo a la dama.

Con placer, acepta la copa y disfruta del deleite de la exquisita bebida, saboreando la explosión de sabores que danza en su paladar. — Soy Emma Smith, la hija de Henry Smith, propietario de la constructora más destacada de los Estados Unidos — responde, obsequiándole una sonrisa seductora.

Iniciaron un diálogo liderado por él, formulando preguntas y recopilando datos que conscientemente sabía que eran falsos. Mientras tanto, en las sombras del edificio, una camioneta de espionaje de vanguardia aguardaba. Su interior estaba equipado con la última tecnología en espionaje. Tres individuos ocupaban el vehículo: una mujer con lentes negros al volante, alerta ante cualquier movimiento, y en la parte trasera, una mujer frente a tres monitores con un hombre de pie detrás.

El hombre se mantiene centrado en la agente especializada en el ámbito cibernético, la cual, despliega sus habilidades con gracia y destreza. Con gafas futuristas que destellan en la tenue luz de la pantalla, sus dedos danzan sobre el teclado como si fueran extensiones de su mente ágil.

Inmersa en un ballet de códigos binarios, la mujer se desplaza a través de las defensas electrónicas del club, cada pulsación de tecla llevándola más profundo en el corazón digital del edificio. Las luces parpadean en sus lentes mientras sortea firewalls con la elegancia de una bailarina esquivando obstáculos.

De repente, se encuentra frente a un enigma cibernético, pero con la astucia de una maestra de rompecabezas, resuelve cada línea de código con precisión milimétrica. La música del club, inaudible para sus oídos enfocados en el mundo virtual, sigue su propio ritmo mientras ella penetra las defensas y se infiltra en las cámaras de seguridad.

Concluyendo su danza digital, ella sonríe en la oscuridad virtual, ahora con acceso total al sistema de vigilancia. Es la sombra que baila entre los cables y circuitos, la artista del sigilo digital que ha conquistado el reino electrónico del club.

— Lo tengo — dice victoriosa — ya tenemos acceso a las cámaras de seguridad del lugar — justo cuando finaliza la frase, las cámaras se muestras en el monitor central.

— Bien — contesta el agente detrás suyo. Lleva una de sus manos a su audífono y presiona el botón para hablar por el micrófono — ya podemos verte, inicia la fase C con precaución.

La agente, sentada junto al caballero llamado Sirio, escucha perfectamente a través de su auricular y procede a cruzar las piernas debido a la pizca de nerviosismo que comenzaba a crecer dentro de ella. Era una agente élite, bastante experimentada; había completado una inmensa cantidad de misiones con éxito, sin embargo, ninguna con el calibre de la actual.

— ¿Por qué no continuar esta plática en un lugar más agradable? — ella mueve sutilmente su bebida en pequeños círculos — tal vez un lugar más privado.

El hombre a su lado, a pesar de conocer sus secretas intenciones, decide jugar con la mente de ella y quienes la protegen. En un movimiento lento pero constante, acerca su cuerpo al de ella, llevando su nariz cerca de su cuello e inhalando sutilmente su encantador aroma. Sus manos viajan hasta su melena, colocando los mechones rubios de su larga cabellera detrás de su oreja, revelando el audífono que estaba oculto, pero simulando no haberlo visto.

Ella queda inmóvil, sintiendo una incapacidad para moverse al tenerlo tan cerca por primera vez. La respiración cálida de él roza su cuello, y su tacto al acomodar su cabello la sumerge en un mar de deseos lujuriosos que se desatan en su mente y encuentran su lugar más íntimo.

Él regresa a su posición con una ligera sonrisa al percibir su reacción, momento en el cual ella finalmente comprende la peligrosidad de la situación. Existe la posibilidad de que aquel hombre haya notado el audífono oculto tras su cabello, por lo que gira disimuladamente la cabeza, como si estuviera escudriñando los alrededores, para volver a sacar su cabello de manera inadvertida. Sin embargo, al ver lo sucedido mediante las cámaras de seguridad, el agente que parecía ser el jefe y la mujer que controlaba todo el ámbito cibernético se alarman de inmediato.

— Todas las unidades prepárense para ingresar en el edificio, quiero a mi agente con vida, no me importa si tienen que acabar con cada uno de los presentes — habla el hombre presionando el micrófono.

Varias camionetas negras se sitúan estratégicamente alrededor del imponente edificio. Al instante de recibir la orden de ellas emergen silenciosamente agentes especializados, como sombras que cobran vida. Equipados con tecnología de última generación y moviéndose con la precisión de relojes suizos, despliegan una coreografía táctica al infiltrarse en el edificio.

Cada equipo de agentes se desliza por pasillos oscuros y escaleras en perfecta armonía, neutralizando a sus oponentes con movimientos fluidos y letales. No hay rastro de escándalo, solo el eco apagado de golpes silenciados y dispositivos de supresión.

Entretanto, en el interior del club, Sirio capta la magnitud de lo que ha desencadenado. Decide continuar jugando con las mentes de todos, conforme a su gusto. Este sí era el auténtico poder: la habilidad de manejar a las personas, induciéndolas a hacer exactamente lo que desea sin necesidad de solicitarlo o sugerirlo siquiera. La verdadera fuerza reside en tener el control absoluto sobre todo y todos, y él, sin lugar a dudas, lo poseía.

— Me parece bien, este lugar me causa cierta molestia — habla llamando la atención de la mujer a su lado — una compañía como la suya de seguro evitará que mi noche sea aburrida.

Ella estaba ciertamente confundida, no lograba descifrar el tono de voz con el cual le había hablado. Tenía una pizca de sarcasmo, pero parecía decirlo enserio, por lo que imaginó que aún podía completar la misión.

— Bien, entonces vamos — ella sonríe mientras se levanta, sintiendo como él sigue sus pasos a una distancia prudente.

Mientras los ve caminar mediante las cámaras el agente al mando de la misión se encuentra en una encrucijada, puesto que si la dejaba marchar con él sería un riesgo mayor, pero la misión tendría mayor efectividad.

— Nadie entre al club — ordena a los agentes — esperemos la señal.

Los agentes acatan la orden de inmediato manteniéndose preparados para ingresar en el club en cualquier instante, ya fuese de emergencia o según el plan.

— Solo espero que sepa lo que hace — suelta un suspiro mirando como la mujer desaparece de su campo de visión al ingresar en una habitación privada del lugar.

— Tranquilo, sabes que ella nunca nos decepciona — habla la chica que se mantiene ocupada desactivando todas las alarmas del edificio.

— Eso espero.

Frase #1

En este sombrío universo, solo la luz que irradia de ella ilumina mi corazón oscuro. Es la razón por la cual resisto la tentación de aniquilar a quienes me rodean. Si alguien se atreve a extinguir su luz, desataré un fuego que consumirá este mundo, eclipsando incluso al mismísimo infierno. No soy el héroe dispuesto a sacrificar la felicidad por el bien común; soy el villano que, de ser necesario, someterá a todos y colocará el mundo a sus pies. — Sirio Russo.

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