Según hablé con Andrés por WhatsApp, la cena sería a las ocho en punto. Así que, como de costumbre, quince minutos antes de la hora, está llamando mi puerta, tan puntual como siempre. Corro a abrirle y le sonrío como una colegiala al verle. Lleva puesto tejanos y una camisa a cuadros, azul con blanco. Está para comérselo y eso, más el delicioso ramo de rosas que trae con él, son capaces de robarme el corazón otra vez.
—¡Wow! ¿A qué se debe tan hermoso gesto? — pregunto mientras le saludo con un beso y las recibo con agrado.
Son rosas blancas y rojas, exquisitas, tan estupendas, que con su aroma perfuman todo el lugar.
—¿Hace falta una razón para llevarle flores a mi novia? — dice cruzándose de brazos fingiendo estar dolido.
En parte, tiene razón. Es el hombre más tierno y romántico con qu