Capítulo nueve

FREYA

Sus dedos rozaron los míos, más no alcancé a atraparlo. La ventisca hizo de las suyas, se lo llevó como peso muerto. Al sentir su furia, enterré la espada hasta donde más pude para afianzarme a ella, en el momento que busqué la manera de tenerlo a mi lado, fue demasiado tarde. Vi cómo poco a poco su cuervo rebotaba entre los árboles, cómo luchaba hasta que el lago lo engulló. El frenético viento no cesa, de hecho, se torna más iracundo. Aprieto el mango, en cualquier momento también saldré despedida.

Mi mente se llena de las imágenes del chico lastimándose, se repiten una y otra vez. En el ventarrón veo una minúscula gota viajando en él, esa gotita se desprendió de mis ojos mientras que otras le seguían. Estabilizo mis piernas en el momento que se acaba la faena junto a la caída de quién esperaba.

—¿Dejarás que te lleve a las buenas o a las malas?

Desentierro mi compañera fiel. No dejo de vigilarlo con rencor.

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