El amor surge entre el jefe de la mafia y la camarera de un restaurante. Desde que murieron sus padres, Alison Elkins tiene que trabajar duro, bajo los abusos de su jefe y su hijo, quienes la amenazan constantemente. Sin embargo, es una chica fuerte y determinada, y busca siempre salir adelante. James Harrelson es un hombre serio y poderoso, conocido en el mundo clandestino como Jades, el jefe de la organización llamada Santuario Oscuro, que controla toda la mafia. Un día, sus vidas se cruzan y entre ambos surge un deseo incontrolable, aunque envuelto en un mar de malos entendidos, ya que James está acostumbrado a dar órdenes y quieren que los demás lo obedezcan sin vacilar, en cambio, Alison es un alma rebelde y no está dispuesta a que James haga con ella lo que quiera. Cuando el jefe de Alison la echa del restaurante, se ve obligada a aceptar el puesto de niñera en casa de James, y no pueden disimular la pasión que crece cada día entre ellos. Pero Alison se entera de un secreto sobre Santuario, capaz de poner en peligro su relación con James. Hasta poner la vida de ambos en riesgo. Un amor entre dos personas tan opuestas, en un mar de intrigas, sangre y muerte que pone a temblar todo el mundo clandestino. ¿Podrán Alison y James superar todas las pruebas, para mantenerse juntos?
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Alison
―Pero ¡qué demonios! ―grito de lo más molesta a la limosina que acaba de pasar por el charco que está en frente de mí y con el diluvio que está cayendo, toda mi ropa se mojó.
Ahora, qué voy a hacer, porque voy tarde al trabajo.
Demasiado tarde esta vez y, para colmo, ahora estoy empapada de pie a cabeza por culpa de ese tipo ricachón, que de seguro debe estar apurando a su chofer para llegar quién sabe a dónde.
― ¡Ojalá y se te desinflen todas las llantas! ―le deseo con toda mi rabia, pero entonces, recuerdo que de seguro no alcanzaré a llegar a tiempo, así que voy a toda prisa hasta mi trabajo como camarera de un restaurante italiano.
Y cuando doy vuelta en la esquina, me doy cuenta de que la limosina está estacionada frente a un edificio.
¡Perfecto!
Así iré directo a decirle al tipo todo lo que se merece.
Pero cuando ya estoy cerca, la limosina arranca y se pierde, pasando por todos los charcos en la calle y mojando a todos los transeúntes, por donde pasa.
Entonces, memorizo la placa, porque debe haber algún lugar en donde pueda denunciarlo por abusivo y luego tomo mi camino a mi trabajo.
―Pero ¿qué horas son estas de llegar, Alison? ―me regaña el supervisor en cuanto me ve y yo me pongo nerviosa― ¡y mira cómo traes el uniforme!
Lo siento señor, es que… ―trato de hablar, pero me interrumpe.
―No me interesa―me grita y me da un susto―ahora, ve a tu casillero de inmediato y cámbiate la ropa―me ordena y yo voy a hacer lo que me indica― ¿Te ha dicho que te vaya? ¡No he terminado de hablarte! ―me dice y me hala del brazo―ha llegado un cliente muy importante y se ha sentado en tu área, así que ve a atenderlo de una buena vez.
―Sí, señor, eso haré―le digo y trato de dirigirme a mi casillero, pero me vuelve a halar―y más te vale que quede satisfecho, o te echo a la calle hoy mismo―me amenaza y yo respiro profundo.
―Está bien, le contesto y rápidamente tomo mi uniforme de repuesto y me lo coloco, para ir a atender al cliente.
― ¡Y más te vale que te apures o te descontaré el día! ―me advierte y yo trago en seco.
Así que voy hasta la mesa y me encuentro a un niño de unos siete años, que tal parece que está concentrado en lo que está leyendo y levanta la mirada para observarme detenidamente, pero luego, se ve todo ceñudo, como si tuviera que concentrarse para volver a leer.
―Quiero pizza de aceituna y otra de jamón y de pollo...―dice y tal parece que va a pedir todo el menú de una sola vez―... y de queso, y de... ¿sabes qué es albahaca? ―me pregunta y yo le muestro mi mejor sonrisa al mocoso que tiene cara de malcriado.
―Es una hoja muy sabrosa, muy buena para ti―le señalo, pero él arruga la nariz y se ve de lo más tierno, lo cual me saca una sonrisa.
― ¡Hojas, diac! ―dice todo asqueado―yo no como eso, sabe malo―me aclara, pero yo pongo los ojos en blanco.
― ¿Y la has probado? ―le digo con una sonrisa y él arquea las cejas.
―No, pero...―trata de decir, pero yo lo interrumpo.
―Entonces, deberías probarla―trato de convencerlo, pero él sigue sin parecerle bien mi sugerencia
―Mejor trae una pizza con anchoas y otra con p**e..., uy, ¿cómo se lee lo que dice aquí? ―inquiere y yo trato de armarme de paciencia.
―Pepperoni―le respondo y él dice un "ah", lo cual me hace reír, pero me contengo―me parece que no deberías pedir cada pizza del menú―le sugiero, pero él me arruga la cara, así que le explico―luego te dolerá el estómago con todo eso.
― ¡No! ―me responde el niño berrinchudo y yo trato de respirar profundo, para ver si no me altero, agarro al niño y lo guindo desde uno de los abanicos― ¡quiero todo lo que te pedí y lo quiero ya! ―me grita, haciendo un mohín y ahora no sé si enfadarme o reírme de su cara.
Supongo que no podré hacer ninguna de las dos cosas, considerando la amenaza de mi jefe.
―No te enojes conmigo, solo estoy pensando en que te puedes enfermar, si comes todo eso―trato de convencerlo, pero parece que es muy testarudo.
―Pero ¿qué está pasando? ―escucho la voz de un hombre detrás de mí y cuando volteo, siento que se me va el aliento.
Es un hombre alto y con el cabello negro, que está vestido con una camisa negra con algunos botones abiertos, que muestran parte de su pecho musculoso.
―Veo que ya estás pidiendo tu comida, Mark―le dice el hombre al chico y este sigue con la cara arrugada.
―Sí, pero esta chica no quiere darme todo lo que le pedí―le dice el muy boca floja y yo vuelvo a respirar profundo.
―Pues, ella te va a traer todo lo que pediste o hablaré con su jefe―me responde y un regusto agrio se abre paso por mi garganta.
Tal parece que el padre es tan berrinchudo como el hijo.
―Listo, señor, ya tengo su pedido―le digo, pero me toma del brazo para detenerme.
―Aún no te puedes ir―me dice y nuestras miradas se cruzan―no te he dicho lo que quiero―señala y toma mi mano con delicadeza, dejando un cosquilleo en donde me toca. Entonces, mira el menú con rapidez y lo cierra de inmediato―unos espaguetis Alfredo―señala y yo quito mi mano, ya que no me gusta que me toquen, aunque esta vez se sintió diferente.
Especial, más bien.
Y de inmediato me pongo seria y anoto lo que me pide.
―Enseguida voy a la cocina a que le preparen su comida, señor―le respondo y le sonrío, luego de lo cual, me voy hasta la caja y dejo el pedido, lo cual sorprende a mi supervisor, quien dice un "¡todo eso!", pero luego, se recompone.
En cuanto salen tooodo lo que ha pedido el chico y su padre, trato de llevar la comida como puedo, puesto a que son demasiadas pizzas para el niño y trastabillo perdiendo el balance de mi cuerpo, pero unas manos me agarran antes de que siquiera alguno de los platos se deslice de mis manos y se llegue a caer al suelo.
― ¿Estás bien? ―me dice el cliente del pequeño malcriado y lo veo directo a la cara y sus ojos verde mar están viendo cada una de mis facciones, lo cual me deja echa un manojo de nervios.
―Sí, gracias―le respondo con sinceridad y el hombre me deja para hablar con el supervisor.
― ¿Qué no tienen más empleados aquí? ―le dice molesto―busque a algún asistente de cocina, para que la ayude―le espeta y él le contesta un "por supuesto, señor", que me hace reír por dentro.
Entonces, uno de los lava trastes viene con un carrito y toda la comida y yo me encargo de colocárselas como puedo en la mesa.
―Que disfruten su comida―les digo con más amabilidad de la que se merecen, pero él niño empieza a lloriquear.
―Quiero que me acompañes a comer―me ordena, pero yo muevo mi cabeza de lado a lado.
―Lo siento, campeón―le digo con una sonrisa―pero tengo que ocuparme de otras mesas.
―Pues, si no te quedas, no comeré―me trata de chantajear y yo respiro profundo.
―Y si no comes, no sabrás lo deliciosas que están tus pizzas―trato de convencerlo, pero él sigue con la cara arrugada.
―No voy a comer―me grita esta vez―papá, dile que se quede o me voy a molestar con ella.
Entonces, el hombre me toma por el brazo y me obliga a sentarme de mala manera y yo lucho contra su agarre, pero no me lo permite.
―Comerás con él y no se diga otra cosa―me exige, pero yo le frunzo el ceño a él y a su mano sobre mí, como si me quemara un fierro ardiente.
―Pero, señor, ¡qué le ocurre! ―le espeto molesta―necesito atender otras mesas o mi supervisor me echará de aquí.
―Y yo te haré echar, si no atiendes a lo que quiere Mark―me sentencia y yo hago un nuevo intento por levantarme, pero él acerca mi silla a la suya de mala manera y su cara está tan cerca de la mía, que casi me puede besar, con esos labios tan apetecibles, que me hacen tragar en seco.
Y mi garganta se siente más seca de repente.
―Si tu problema es tu jefe, ahora mismo lo arreglo―me dice y enseguida llama al supervisor y este llega solícito.
― ¿Ocurre algo malo con la chica? ―le dice todo preocupado, en tanto que me lanza una mirada despectiva―dígamelo y la haré echar―le señala de lo más contento y yo resoplo de la rabia.
―No, todo lo contrario―le indica―quiero que se quede en esta mesa y que coma con Mark―le dice y mi jefe está a punto de decir algo, pero este prosigue―le pagaré diez veces lo que gana en un día en este restaurante y a usted le tocará una propina jugosa, por supuesto―le asegura y lo veo meterse una mano en el bolsillo, lo que hace que mi supervisor empiece a sudar―así que, ¿qué dice? ―inquiere con una sonrisa intimidante.
―Pero es que yo… ―trato de justificarme, pero es mi jefe quien habla.
―Por supuesto, señor, ella aceptará, si sabe lo que le conviene―le responde, pero en realidad me mira con una ceja levantada―se sentará y comerá y no volverá a decir una sola palabra más o me encargaré de que no vuelva a trabajar aquí jamás―le asegura y él hombre ahora me mira con el ceño fruncido y una sonrisa satisfecha.
―Eso fue lo que supuse―le contesta y yo quiero morirme de la rabia, por lo patanes que son estos dos, que creen que porque tienen dinero o poder, tienen derecho de hacer lo que bien les viene en gana.
―Toma―me dice esta vez el niño, Mark, con un plato en la mano y una sonrisa de oreja a oreja―ahora, come para que estés fuerte―me dice con una inocencia tan prístina, que no sé ni qué decirle.
Pero su padre sí que no es ningún inocente, sino un patán en toda regla.
Y ahí está, el muy cretino, comiéndose sus espaguetis Alfredo, como si nada hubiera pasado o no me hubiera obligado a quedarme en su mesa.
Luego de que el chico picotea todas las pizzas, para no comerse ninguna en particular, y el patán de su padre se termina su comida, el chico me toma de la mano y me lleva hasta la salida, no sin antes de que su padre pase por la caja y deje el dinero prometido.
―Quiero que vayas a mi casa―me pide Mark y yo respiro profundo.
―No te prometo nada, porque tengo que trabajar―le digo entre molesta y resignada.
―Papá hará que tengas tiempo para mí―me dice de lo más descarado y yo trato de contener la rabia― ¿verdad que lo harás, papá? ―le indica a este, quien estaba a punto de tomar su teléfono.
Supongo que este es otro padre que llena a su hijo de mimos y regalos, en lugar de educarlo bien.
―Si, Mark, lo que tú quieras―le responde y me confirma lo que pienso de él.
Entonces, su limosina los recoge y ambos se marchan en ella.
Y me doy cuenta de una cosa.
Que es la misma limosina que me dejó toda empapada hace un rato.
¡Miserable desgraciado!
~~~Cinco años después.Alison.― ¡Ya te he dicho que no corras por toda la casa, Claire, que esta no es una pista de carreras! ―le digo a mi pequeña hija que se ha vuelto muy inquieta con el tiempo, algo que de alguna forma agradezco, ya que, al nacer prematura, había muchos malos pronósticos referente a su futuro―y necesito que vengas a desayunar, antes de que Walter te vaya a llevar al colegio―le recuerdo y ella traga en seco.―Sí, mamá, desde luego―me responde y en seguida se acerca a la mesa y empieza a comer sus tostadas con mermelada.Entonces, me asomo por la escalera, para ver si se asoma mi pequeño campeón.―Mark, ya ven a la mesa, que vas a llegar tarde―le digo a este, para luego devolverme al comedor de la cocina y al rato baja y me mira muy serio.―No tienes que llamarme a la mesa como antes, mamá, después de todo, ya no soy ningún niño―me dice todo pagado de sí mismo, lo que me hace poner los ojos en blanco―mira que ya estoy listo para ir al colegio―me señala y me muestr
~~~Un mes después.Alison.El viaje de recorrido por todo el mundo para asegurarnos de que había paz en todas partes, además de comprobar de que en efecto, ahora sí que acabamos con todas las cucarachas miserables de La Facción, acabó hace unos días.Fueron momentos intensos, en donde cada organización nos mostraba sus respetos, y en donde James se encargaba de poner a un vigilante que se encargara de verificar que no hubiera ningún conflicto entre uno y otro grupo.Fue un trabajo emocionante, pero peligroso, también, sin embargo, extraño a mis hijos con desesperación y necesitaba volver por ellos y para ellos, sobre todo por mi pequeña bebita, Claire, quien me necesita todavía.No los podíamos traer, temiendo de que alguien les hiciera daño, así que mi papá se ofreció a cuidarlos en su hogar, sin embargo, no soporto a la bruja de su mujer, que estoy segura de que en la primera oportunidad, los matará de hambre o los dejará en un rincón de la casa, arrodillados en un montón de arroz,
~~~Alison.―Pero ¿qué le he hecho yo para que me odie tanto? ―le digo, aunque asumo que ya sé la respuesta, sin embargo, me niego a creerlo―y con mi Claire, una niña que no tiene la culpa de nada―le recuerdo y él me mira detenidamente.―Pues, ya te puedes imaginar por qué razón no has sabido de él hasta ahora―me dice y mira a mi padre―y como es tu familia, dejo en tus manos el destino de tu abuelo, pero, quiero que sepas que ha jurado venganza, así que nuestra familia estará sentenciada, si es que ese hombre no muere―me asegura y no me puedo creer lo que estoy a punto de decir, porque hay dos imágenes que me vienen a la cabeza y esas son las de mis dos hijos, que ahora están escondidos, temerosos de que mi abuelo acabe con ellos.No, yo tengo que contraatacar, por el bien de todos.―Pues, acaba con él de una buena vez y que sepa que no se podrá meter contigo nunca más―le digo, con una mezcla de terror y rabia corriendo por mis venas, porque no pretendo que mis hijos vuelvan a padecer
~~~Alison.Los aviones aterrizan en otra pequeña pista clandestina, la cual está resguardada de cualquier radar indiscreto de las autoridades o, por lo menos, eso es lo que me ha dicho mi padre que hacen, gracias a unas torres con unos aparatos complejos que se encargan de volvernos invisibles.Esto es lo mejor, puesto a que son muchas las naves privadas que están volando con nosotros, desde aguerridos criminales de bajo mundo, como algunos paramilitares, mercenarios que han sido contratados especialmente para hacerle frente a La Facción y al sector oeste, quienes ahora están enfrentando a mi marido.Pero yo tengo algo más importante que hacer en este momento, justo antes de aterrizar, puesto a que hay gente por aquí inocente, quienes no puedo permitir que se encuentren en la batalla.― ¿Sabes si James tenía un refugio seguro para este tipo de emergencias? ―le indico a Walter, quien me sonríe.―Desde luego, señora Alison―me responde esta vez, lo cual me deja más aliviada― ¿quiere que
~~~Alison.― ¿En serio crees que toda esa perorata que te acabas de gastar tiene que amedrentarnos, Alison? ―me dice la mujer de mi padre y yo sigo ignorándola, mientras nos hacemos camino hasta el auto―Pero ¿qué esperan? ―le dice a alguien―atrápenla, porque no vamos a permitir que venga así y quiera venir a desafiarnos, porque mi marido es el líder supremo de la región, así que no dejaremos que cualquiera venga a esta casa a gritarnos de esta manera―me dice y ahora sí que me ha hecho hervir la sangre.Así que me doy media vuelta y camino directamente hasta ella y la miro al iris de sus ojos.― ¿Y tú en serio crees que puedes llamarme cualquiera, así nada más? ―le digo molesta―porque te recuerdo que tú también me debes―le digo molesta y me acerco más de la cuenta a ella―te robaste a mi papá, no me importa cómo o si fue él quien te enamoró, porque eso no es mi problema, sin embargo, ustedes dos me deben y mucho, así que no te atrevas a llamarme a mí una cualquiera, porque te recuerdo
~~~Alison.―Necesito de tu ayuda, papá―le digo y él me mira con recelo―nuestra casa fue atacada y James no aparece, así que me vine lo más lejos posible, sin embargo, estoy muy preocupada de lo que le puede estar pasando a mi marido en este momento―le comento casi al punto de la histeria, pero él me mira muy suspicaz.― Y no pretenderás que pongamos en peligro a nuestros hijos, ¿verdad, Alison? ―me dice su esposa con cara de pocos amigos, lo cual me molesta sobre manera.―Mis hijos están en peligro en este momento y si no recibo la ayuda de mi papá, de seguro que se quedarán sin un padre―le aseguro con voz firme, puesto a que no me interesa nada, si es su casa o no, incluso si esta era la vida que papá me estaba ofreciendo.―Ella tiene razón, Alison―me dice mi papá, aunque se ve apesadumbrado―no pondré en peligro a mi familia, todo porque James tiene problemas con la gente de La Facción―me asegura y yo no me puedo creer su descaro―es más, desde que se han ido de por aquí, mis negocio
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