Justo Al Lado

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Alison.

No entiendo a James.

Siempre hace cosas que me sacan de mis casillas y, sin embargo, me salvó la vida hace unos días, pero tiene acceso a mi teléfono y hasta mi cuenta personal en el banco, en donde ha colocado una suma obscena de dinero.

No es igual a otros estúpidos con los que tengo que tratar.

Por ejemplo, ahí está el estúpido de Willy, que cree que porque es un hijo del supervisor tiene derecho a ponerme a trabajar hasta tarde sin pagarme, torturándome hasta el cansancio, con tal de que un día ya no pueda más y acceda a salir con él.

A él lo puedo definir como un baboso en toda regla.

Y ahora me doy cuenta de que todos los hombres que rodean mi vida son unos abusivos, que piensan que pueden manejarme a su antojo.

Pero ya verán Willy, su padre y james que no pueden venir a hacerlo nunca más, por más dinero o poder que tengan.

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Al día siguiente me levanto con una sola algarabía en el apartamento de al lado, lo que hace que me dé cuenta de lo tarde que es. Así que me arreglo como puedo y salgo del apartamento tratando de tener cuidado de no tropezarme con todos los muebles que están en el pasillo.

Tal parece que están lanzando a la calle al vecino, con quien por casi me choco.

―Pero ¡qué demonios, chiquilla malcriada! ―me dice el cascarrabias, quien ahora está que echa chispas.

Tal parece que lo están desalojando y tiene todas sus cosas regadas en el paso.

― ¡Fíjate bien lo que haces antes de que te dé un mal golpe! ―me advierte, al tiempo que lo veo discutir con un hombre que no me parece que sea el casero y, sin embargo, le está dando instrucciones a dos hombres que están dejando el apartamento vacío.

―Ya le dije que lo llevaremos todo a otro sitio―le dice, pero el vecino sigue refunfuñando.

―Todavía no me ha dicho de cuánto dinero estamos hablando―le indica mi vecino en una conversación que en serio que no entiendo, pero que hace reír al hombre extraño.

―Ya le dije, mi jefe es generoso―le advierte.

Y es cuando me doy cuenta de lo tarde que es y que no tengo tiempo para ver los dramas de mi vecino.

Y de ese perfecto cascarrabias, mucho menos.

En cambio, voy a toda prisa hasta mi trabajo, antes de que el supervisor o el imbécil de Willy quieran cantarme la cartilla.

Y ganas no les faltan.

―He hablado con papá acerca de la manera en que te fuiste ayer y me ha dicho que no te pagará el día, a menos que repongas esas horas hoy―me anuncia Willy, acercándose más de la cuenta, con ese aliento que le hace falta una menta y urgente.

― ¿Ha sido tu papá o fuiste tú el que ha tomado esa decisión? ―le pregunto con sorna y luego siento una ola de ira que me invade.

― ¿Y dudas de mi palabra? ―se burla de mí, el muy descarado, todavía tan cerca de mí, que tengo que arrugar la nariz del asco que me da su presencia.

Entonces, se separa de mí con una sonrisa en los labios.

―Y, sin embargo, estoy dispuesto a hacerme de la vista gorda, si aceptas salir conmigo hoy mismo―me ofrece y yo estoy que quiero abalanzarme sobre él y golpearlo hasta que sangre.

―Pues, ni modo, creo que tendré que salir hasta tarde―le digo con una sonrisa en los labios, pero tal parece que es él ahora quien quiere estallar de la rabia.

― ¿Por qué te sigues negando? ¡maldita sea! ―me espeta de lo más cabreado y se pasea de un lado para el otro― ¿es que no tengo suficiente dinero, como el tipo con el que te fuiste ayer? ―me echa en cara y ahora me río con ganas.

―No tiene nada que ver con el dinero, Willy―le digo exasperada―se trata de ti, ya que me repugnas, porque me presionas y abusas de tu posición para joderme la vida y así no te vas a ganar nada conmigo.

―Entonces, si no puedo ganar nada contigo, por lo menos me voy a llevar la satisfacción de hacerte trabajar hasta que sangren tus manos y tus piernas no aguanten más―me confiesa gritando el muy maldito―o hasta que te des cuenta de que tienes que salir conmigo, como lo han hecho otras como tú―me suelta a la cara y luego se ríe a carcajadas.

Y es cuando estoy a punto de llorar, por todo lo que tengo que soportar.

Si tan solo mi padre estuviera vivo, todo hubiera sido diferente, pero tuve que empezar a trabajar desde muy joven con jefes igual de abusivos que Willy.

―Está bien, Willy―le digo con una sonrisa―acepto quedarme a trabajar hasta tarde, si es eso lo que tengo que hacer―me burlo de él, quien quiere estallar ahora como si fuera un volcán.

―Pues, ya me las vas a pagar, Alison, ya lo verás―me dice y se va al mostrador del restaurante.

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He tenido que trabajar como una esclava, con mis piernas adoloridas, ya que he tenido que ir y venir para atender a los clientes, porque, para rematar, el restaurante ha estado muy concurrido el día de hoy y, para colmo, una de las compañeras tuvo que faltar porque su hijo está enfermo, así que tuve las mesas que ella atiende.

Afortunadamente, el restaurante cierra a las once de la noche, lo que me da tiempo para correr hasta mi casa y descansar.

Pero, cuando estoy a punto de recoger las cosas de mi casillero, se aparece Willy a molestarme.

―Creo que ya te había advertido que te tocaría limpiar la loza de la cocina―me dice con una sonrisa de satisfacción, pero trato de controlarme.

―Pero si ya todo el mundo se ha ido―le digo―hasta los propios cocineros ya abandonaron el lugar, así que no entiendo porque me tengo que quedar―protesto, mostrándole la cocina.

―Pues, está inmunda―me contesta de lo más fresco―y si quieres cobrar esta semana, vas a tener que hacer todo lo que yo te diga―me amenaza esta vez―y como no te gustan las cosas sencillas, ya sabes, como salir conmigo, para que ya no tengas turnos extras―me insiste, mientras se acerca a mí más de la cuenta, hasta sentir su asqueroso aliento en mi cara.

― ¿Es que no te has dado cuenta? ―le respondo con sorna―me sigues repugnando, desgraciado―le reitero.

―Sí, claro, yo te doy asco porque tú prefieres irte con viejos ricachones a sus mansiones, en lugar de salir con una persona como yo, pero ya te vas a arrepentir de todo eso―me espeta muy cerca―ahora, empieza a limpiar el piso―me ordena todo cabreado y yo empiezo a contar hasta mil, con tal de controlar la rabia.

Así que empiezo enseguida, con mis piernas todas adoloridas y cuando ya dejo el piso totalmente reluciente, me dirijo a mi casillero, tomo mis cosas y me largo.

Entonces me doy cuenta de lo tarde que es y que mi barrio es uno de los más peligrosos y no es bueno que me quede a estas horas en la calle.

Y de una manera morbosa, recuerdo las palabras de James, referente a que no le gusta que llegue tarde a casa.

“Pues, al diablo con James, al diablo con Willy y al diablo con todo el mundo”, me digo. Entonces pego mi cartera a mi cuerpo y camino apresuradamente, por las calles mal iluminadas, con cuidado de no encontrarme a nadie cerca, en especial, de algún bandido o drogata.

Y creo que me he vuelto paranoica, pero siento como si alguien estuviera detrás de mí, así que apresuro más el paso.

Afortunadamente, llego a mi casa sin problemas.

“Qué alivio”, me digo y subo a las escaleras lo más rápido que puedo.

Entonces, noto que las luces en la casa del vecino están encendidas. Eso quiere decir que no fue desalojado, como yo pensaba.

Y es cuando recuerdo que en la vida solamente puedes escoger a la mascota que quieres tener, en cambio, tener un buen vecino, amable, atento y servicial es casi como ganarse la lotería, porque este señor en particular es exactamente todo lo contrario.

Entonces saco las llaves de mi cartera, y cuando abro la puerta, alguien me empuja con mucha fuerza contra la pared, haciendo que salgan de mi cabeza hilos de sangre.

― ¡Ja! ―dice una voz más que conocida―tal parece que llegué primero que tú―me susurra al oído, con su aliento asqueroso en mi nuca.

― ¡Déjame en paz, Willy! ―le digo, tratando de zafarme de su agarre, pero él me hace una llave a la espalda y acerca su asquerosa boca a mi oído.

―Ahora es que vas a saber lo que es un hombre de verdad―me dice con su aliento que destila un olor agrio, provocándome arcadas, pero, no conforme con eso, saca su lengua y la inserta en mi oreja, la cual muerde con fuerza y creo que mi lóbulo está sangrando ahora.

― Ya verás cómo te voy a hacer gozar, vas a chillar como la perra que eres―se burla de mí riéndose con ganas y yo trato de luchar con todo lo que tengo y logro acertarle un buen golpe en el pie y busco lo primero que encuentro, un jarrón, el cual está en una mesa de la estancia y se lo rompo en la cabeza y aprovecho que está algo aturdido, para escapar de sus manos.

Pero me toma de un brazo y me abofetea tan fuerte que mi cara se golpea nuevamente por la pared

― ¡Miserable perra! ―me espeta y no pierde el tiempo y trata de desabotonarme el pantalón como puede, para sacármelo, mientras sigo aturdida por el golpe― ¡ven aquí! ―me grita y se coloca encima de mí y se baja el pantalón para violarme.

―Pero ¡qué demonios! ―espeta una voz más que conocida y me quita a Willy de encima y yo trato de protegerme como puedo y me coloco los pantalones enseguida y me levanto del piso, para salir del apartamento, en donde James está moliendo a golpes al asqueroso de Willy con sus manoplas.

Y cuando ve que le ha destrozado la cara, se detiene y escupe al maldito que ahora está en el suelo lloriqueando como una nenita.

―Más te vale que te quedes ahí―le advierte James, quien ahora está usando el teléfono y unos minutos más tarde, alguien se aparece enfrente de mi puerta, un tipo que parece un matón en toda regla, quien le hace un asentimiento de cabeza a James.

― ¿Qué quiere que hagamos con esta bazofia, jefe? ―le indica el hombre y este se pasa la mano por la barbilla, para desahogar la rabia.

―Lo usual―se limita a decirle y ahora yo salgo de mi estupor, por lo aterrada que estoy.

―Casi me viola―digo en un susurro inaudible.

Pero, cuando escucho al hombre, viene a mi memoria el vestigio de un recuerdo.

“¿Qué quiere que hagamos con esta bazofia, jefe?”, recuerdo haberle escuchado decir a mi padre alguna vez.

Y es cuando me lleno de ira, porque sé lo que eso significa.

― ¿Y qué se supone que es lo usual, James? ―le espeto molesta―solamente espero que no signifique que lo vayas a matar o algo por el estilo―le digo y él esta vez le hace señas a su empleado.

―Solo sácalo de aquí―le da instrucciones al tipo recién llegado y este se va, sacando arrastrado a Willy de mi apartamento.

Pero ahora, mi terror se convierte en rabia.

― ¿Me quieres explicar qué demonios pretendías hacerle a Willy? ―le digo toda molesta, pero es que tengo más que reclamarle― ¿y cómo demonios es que te apareces en mi puerta a esta hora? ―le digo y esta vez le apunto al pecho con mi índice.

―Creo que nadie te ha enterado, pero cuando alguien te rescata, debes agradecerle―me dice y ahora me toma las dos manos con las suyas y las acerca a su pecho―ese tipo estuvo a punto de violarte, ¿o no te diste cuenta?

―Sí, claro que me di cuenta―le indico y luego miro sus hermosos ojos verde mar y me pierdo en ellos y casi no recuerdo lo que pensaba decirle―gracias―me limito a contestarle con un hilo de voz, pero luego me recompongo―ahora, dime si me estás espiando―le exijo y forcejeo contra él, porque tiene atrapadas mis manos, así que me suelta.

―No―me dice simplemente con una ligera sonrisa, lo cual me enoja más y sale de mi casa, así que lo persigo.

Entonces, lo veo sacar una llave y entra a la casa del vecino que aparentemente, sí que fue desalojado esta misma mañana, cuando iba para mi trabajo.

Y la quijada está a punto de zafarse de mi cara.

¡Pero, este miserable de James!

¡Desalojó al vecino y ahora vive justo al lado!

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