La conmoción había vaciado la escalera ascendente, y me precipité a subirlas como ellos hicieran, subiendo de a varios escalones por vez.
El nivel superior resultó ser el patio de comidas. La gente se había apartado en todas direcciones, despejando un amplio círculo en medio de las mesas. Y en medio de aquel círculo, en el que al menos un centenar de teléfonos filmaban la escena, vi a Dylan caído con media docena de policías forcejeando por mantenerlo en el suelo.
Dylan se debatía como si estuviera poseído por el diablo, y más que policías necesitara exorcistas, gritando maldiciones e intentando darles puñetazos y puntapiés, a pesar de estar boca abajo y buen sujeto.
La mujer policía extendió su brazo frente a mí para detenerme a una docena de metros de ellos. Le hice caso, incapaz de apartar la vista del forcejeo.
Al fin lograron reducir a Dylan e inmovilizarlo lo suficiente para esposarlo, pero tan pronto intentaron incorporarlo, volvió a debatirse y tratar de darles puntapiés, obli