Calista
Depositó un beso en mi boca en cuanto me tuvo cerca, me preguntó cómo estaba y si necesitaba ir a descansar.
—Anoche no dormiste mucho, Calista —arrugó su entrecejo reparando en mi rostro.
—No importa, no quiero apartarme de su lado.
Madre se acercó y juzgando por su gesto logró escuchar lo que dije.
—Tu abuela está bien, tu padre, tu tía y yo nos quedaremos aquí. Tú muchacha te vas a ir a comer y a dormir, si pasa algo te avisaré —me señaló un poco molesta, cuando miró a mi esposo le sonrió con amabilidad —Es una sorpresa verte por aquí, Aetos.
—Señora Agatha —la saludó asintiendo con su cabeza.
—Llévatela a comer, a puesto que no la ha hecho desde hace horas y asegúrate que duerma.
Él afirmó y me dio una ligera mirada. Resignada asentí y les pedí un momento para ir a despedirme de la abuela, quien aún permanecía dormida. Besé su frente y rogué a Dios para que mejorara.
Al salir de la habitación mi madre aún permanecía con Aetos, parecía estar explicando lo sucedido y