Hardin HollowayEl almuerzo había salido mejor de lo esperado. La señorita Clarke podía ser considerada un genio por hacerme ganar mucho más de lo previsto, pero ni siquiera mi admiración hacía que olvidara aquella pesadilla grotesca.Imaginar que la besaría parecía el pensamiento más ridículo que jamás había pasado por mi cabeza.Estaba inquieto desde que eso había ocurrido, y aún me preguntaba por qué había soñado con semejante absurdo. Tal vez la falta de sueño tuviera algún tipo de influencia sobre esas pesadillas horribles, o tal vez lo que Eliot había dicho...Me acordé del número guardado en mi cartera, de la última vez que salí a beber con mi mejor amigo...– Señorita Clarke, venga a mi oficina, por favor.No pasaron más de diez segundos antes de que estuviera de pie frente a mí. Pies... Eso fue lo único que logré mirar cuando entró en mi despacho, y sabía que eso le incomodaba por la forma en que intentó ocultar los zapatos feos.– ¿Es porque estoy embarazada?– ¿Qué?– ¿No m
HardinEl comedor estaba elegantemente decorado, con velas encendidas y una suave música de fondo. Casi no había parejas a esa hora, y el motivo era bastante evidente. Aparté la mirada de la mesa reservada y me dirigí al bar.Miré el reloj. Eran exactamente las ocho y media. Debería esperar media hora por una mujer que ni siquiera deseaba. Era como todas las demás: un pasatiempo.Pedí el primer trago a las ocho cincuenta. A las nueve, ya estaba perfectamente satisfecho con mi segunda copa. Volví a mirar el reloj: pasaban de las nueve y media. Estaba listo para irme, y para dar el último sorbo de mi whisky de malta única, cuando una mujer vestida de rosa cruzó la puerta del restaurante.Rubia, alta y delgada. Sabía que unas piernas como esas no podrían pertenecer a una mujer que no estuviera buscando deliberadamente a un millonario. Hablando con el maître, sus ojos azules se giraron hacia mí, y yo levanté el vaso en su dirección.El vestido rosa gritaba contra el tono rosado de su piel
Hardin– Bueno, tú misma dijiste que eres eficiente. Claramente eres una depredadora. Nada en contra, pero me gustan las mujeres menos... ofrecidas.Ella se levantó, recogiendo su abrigo. – Nunca me habían insultado tanto en la vida. Y menos por un borracho. Eres muy desagradable, y te deseo una pésima noche.– Yo te deseo creatividad. – Ella se dio vuelta para irse, y pude ver el humo saliendo de sus orejas adornadas con unos pendientes que algún imbécil le había regalado. – Avísame si quieres clientes. Conozco empresarios que te adorarían.Ella miró hacia atrás, lo que hizo que se golpeara con un jarrón de flores.Realmente estaba de mal humor, pero ahora me estaba riendo de ella. Me tomé la última copa y decidí irme a casa. Ni todo el alcohol del mundo me haría olvidar. Ya estaba de pie cuando mis piernas fallaron. Sabía que probablemente había bebido demasiado y lo lamentaría mañana.– ¿Señor? – Un camarero me ayudó. – ¿Está bien?– Sí, tráeme la llave de mi coche.– ¿Su chofer es
Livy ClarkEsa no era una posición cómoda para una mujer con el vientre tan grande como el mío, pero aun así intenté ajustarme lo mejor que pude. Autos de lujo… No era ninguna novedad. Mi difunto suegro siempre me dejaba conducir los autos en su garaje. Cualquiera de ellos… Me eran extrañamente familiares. Este coche me resultaba extrañamente familiar, como si reconociera el olor, los colores, e incluso el asiento en el que estaba sentada ahora.Mis pies pisaban el pedal del acelerador, y el otro estaba en el embrague. Ya podía seguir. Mis manos pequeñas estaban sobre el volante, y sabía que mis dedos estaban dolorosamente hinchados en ese momento.Yo no debería estar aquí. Debería estar cenando en casa de mi amigo. Debería estar disfrutando de la maravillosa comida que Juan había preparado tan amablemente. Deberíamos estar viendo una película, mientras él acariciaba mi vientre, como solía hacer las últimas veces que nos vimos.Sabía que mi bebé no tendría un padre, pero al menos una
Livy Clarke— ¡Lo!¡Sabía! Sabía que me perdería en esa casa inmensa, así que puse mis pies en la sala. Aún estaba buscando la cocina, y sabía que casi veinte minutos ya habían pasado, y yo seguía caminando. ¿Por qué él no podría tener una casa normal como todo el mundo? Mi apartamento minúsculo no era algo difícil. Fácil de limpiar, fácil de cuidar, e imposible perderse.— Cuando finalmente encontré la cocina, tuve la certeza de que yo sería perfectamente capaz de tener a mi hijo en el suelo tan obsesivamente limpio, usando uno de los cubiertos, si lo necesitara. Cualquier ser humano en el mundo aceptaría uma cirugía en lugar de eso.— Caminé, con miedo de que mis zapatos terminaran ensuciando la perfección de aquel suelo brillante. Mis manos tocaron la cafetera, y rápidamente tenía café en una taza. Óptimo, ahora solo necesitaba llevarlo a mi jefe y escuchar lo inútil que soy por perderme en una casa grande.— Mis ojos estaban tan cansados. Yo estaba exhausta, y después de haber con
Livy Clark— Mis ojos estaban muy abiertos. —¿No va a qué? ¿No va a qué, señor Hardin?— La voz de él estaba calma una vez más, pero él ya no me miraba. No me miraba, y ahora yo me había convertido en un fantasma, de pie en un baño sucio de café.— Yo sabía que él había lanzado aquello, pero no me acertaría. No a propósito. No cuando sabía que habría lastimado al bebé. Yo sabía que él estaba avergonzado.— Agarré un poco de papel y pasé por el suelo, limpiando todo lo que conseguí. Yo solo quería evitar que un hombre borracho terminara resbalando y muriendo de una forma tan imbécil.— Deje eso. Usted no tiene que limpiar nada.— Yo seguía encarando el suelo... mi barriga estaba en una posición incómoda, y yo me sentía como mi madre ahora. Ella siempre limpió la casa de personas ricas como el señor Hardin, hasta encontrar al señor Holloway, y entonces, toda nuestra vida cambió. Mi vida cambió, y ahora yo estoy aquí, limpiando el suelo, como ella...— ¡Está bien!— ¡Pare! —Él dijo. La vo
Hardin Holloway — Señorita Clarke, ¿me está mintiendo?— El cuerpo de ella tembló de miedo—. ¿Por qué dice eso, señor?— Dijo que no estaba con su amante. ¿Entonces por qué quiere volver a su casa?— Señor, yo solo quiero descansar en mi cama.— Yo tengo una cama óptima, señorita Clarke...— Los ojos de ella se abrieron aún más. Yo estaba tan bravo, pero casi pude reír de la expresión en aquel rostro. El hecho de que ella pensara que yo la atacaría era, por lo menos, extraño.— Señor, eso es... Y-yo... —Ella estaba tartamudeando y mirando hacia los lados.— Me acerqué. Los dos estábamos mojados, dentro de un baño frío, y por más que yo no estuviera tan afectado, aquella mujer estaba temblando. Toqué su barbilla y la obligué a mirarme—. Cuarto de huéspedes, señorita Clarke. Usted no va a dormir en mi cama.— ¡No!— No. Ni pensarlo.— ¿Por qué no? —Los ojos de ella se abrieron mucho, así que terminó de decir—. Quiero decir... No fue en ese sentido, señor. Es que su cama es grande y cóm
Hardin Holloway— Desperté temprano por la mañana. El olor del café caliente impregnaba mis fosas nasales. Entré en la ducha, y después de estar perfectamente despierto con el agua fría matutina, vestí un traje y bajé las escaleras.— Estaba a punto de sentarme en una mesa en el balcón, esperando ser servido, cuando la vi allí, sentada en el césped, usando nada más que mi camisa azul marino. Ella aún devoraba un sándwich, y miraba el paisaje del lado de al lado. Aquella mujer era tan fea, pero de alguna forma, la maternidad la había dejado linda como un ángel. Al menos era como yo la veía ahora. Y yo no debería. Es por mierdas como esas que ando soñando con algo que no debería.— Las manos de ella descendieron hacia su barriga y ella acarició al bebé. Yo necesité poner la mano en mi pecho para asegurarme de que él aún estaba dentro de mi pecho. Parecía un insulto lo mucho que ella deseaba ser madre de aquella criatura. ¿Por qué? ¿Por qué la señorita Clarke gustaba de torturarme así?—