Menos mal que no dije nada.
Livy Clark
Lo miró a los ojos, a mis ojos humillados, una última vez antes de sonreírme, con esos dientes blancos llenos de burla. Mi corazón estaba helado y dolido en ese instante, y sabía que podría echarme a llorar. Mis hormonas... Ah, definitivamente no me ayudaban.
Pero el señor Hardin se giró hacia el tipo que exhibía una sonrisa amplia en el rostro. Parecía que burlarse de la embarazada fea era una victoria para él. Probablemente, yo era motivo de chistes por frecuentar un lugar como ese.
– ¡Eres gracioso! – Reveló el señor Hardin, dándole dos palmadas agresivas en el hombro al hombre.
Los ojos del tipo fueron directo a las manos de mi jefe, y ya no se estaba riendo. Su expresión había sido reemplazada por una pura confusión en la mirada.
– Eh... – Aún había cierto aire divertido en su gesto.
– ¡Pide disculpas! – Dijo el señor Hardin.
El hombre soltó otra carcajada sonora.
– ¡Tú también eres bastante gracioso!
El señor Hardin le sonrió. Le sonrió de una forma tan seductora que