CAPÍTULO 84

Bajo las ramas plateadas de los pinos centenarios, la manada Storm se había reunido, sus alientos se empañaban en el aire fresco mientras esperaban la introducción de un extraño entre sus filas. Nicolli dio un paso adelante, su presencia imponente pero no autoritaria: un acto de equilibrio destinado a desarmar.

Las mujeres betas y omegas estaban admiradas de ver al guapísimo hombre a lado del consejo de ancianos, quienes le daban la bienvenida a Nicolli, para formar parte la manada Storm.

—Hermanos —comenzó Nicolli, con voz suave, como las piedras de río pulidas por el tiempo. Algunos suspiros se escucharon entre la multitud—, vengo ante ustedes, sangre de nuestra sangre, corazón unido a la misma luna que a todos nos guía. —Sus ojos, un caleidoscopio de verdes bosques y marrones terrosos, encontraron los de Kyra entre la multitud, sosteniendo su mirada con una intensidad que contradecía su postura casual.

La piel de Kyra se erizó con precaución, sus instintos zumbaban como abejas per
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