—Sí, señor —respondió Martha con orgullo.
—¡Vaya! —Irvin no le gustaba nada el alcalde; le guardaba un gran rencor. Pero debía emplear a las mejores manos en este trabajo, así que decidió dejar sus rencores a un lado. —Bueno, nos pondremos en contacto contigo —dijo finalmente.
—¿Y yo, señor? —Paola