La Cumpleañera (3)

Lily

Esos ojos helados se posaron en mí y, por un momento, sentí que su mirada penetrante me diseccionaba. Él permaneció en silencio, con su rostro frío e impasible.

Sin desanimarme, me incliné hacia él, arrastrando ligeramente las palabras.

—Ya sabes, este lugar es para relajarse y divertirse. ¿Por qué no te unes a mí en la pista de baile?

Le ofrecí una sonrisa juguetona, intentando descongelar la frialdad de su presencia.

Sus labios se curvaron ligeramente, con un atisbo de diversión en sus ojos. Dio un paso hacia mí, acortando la distancia entre nosotros. Mientras la música palpitante nos envolvía, extendió una mano, y su tacto fue sorprendentemente cálido contra mi piel.

Sin decir palabra, me llevó al centro de la pista de baile, donde los cuerpos se contoneaban al ritmo hipnótico de la música. Sus manos se posaron en mi cintura, guiándome al ritmo sensual de la música. Mientras bailábamos, la fría fachada que él mostraba comenzó a resquebrajarse, revelando una intensidad apasionada que me atrajo.

En medio de las luces giratorias y los bajos atronadores, nuestros cuerpos se movían como uno solo y el mundo que nos rodeaba se desvaneció en la oscuridad. Era una atracción magnética, un baile de deseo que se encendió entre nosotros. Con cada roce de sus dedos, cada mirada compartida, mi enamoramiento se profundizaba hasta que ya no podía distinguir lo que era real de lo que no lo era.

La noche había sido un torbellino de emociones y deseo, y mientras las luces de neón del club parpadeaban en las primeras horas de la madrugada, me encontré tomando una decisión impulsiva. El misterioso desconocido y yo habíamos compartido una conexión eléctrica, y ya no podía resistir la curiosidad.

Con una mezcla de emoción y nerviosismo, le susurré al oído:

—Vámonos de aquí.

Su asentimiento transmitió una comprensión que trascendía las palabras, y comenzamos a abrirnos paso entre la multitud hacia la salida, cogidos de la mano.

Frente al aire fresco fuera del club, casi no podía creer mis acciones. Sin embargo, no sentía ni una pizca de arrepentimiento, ya que su mirada nunca se apartó de la mía. Era como si una fuerza irresistible nos estuviera uniendo.

Una mezcla de emoción y nerviosismo recorrió mi cuerpo. Era un momento de rendición, un entendimiento tácito de que estábamos a punto de embarcarnos en algo... pecaminoso.

Todo se volvió borroso a medida que avanzaba la noche, una danza apasionada de deseo y anhelo. No era consciente de nada más que de una abrumadora sensación de placer y una profunda conexión con el desconocido.

~~~~~~

Abrí lentamente los ojos, frunciendo el ceño ante la intrusión de la luz. Los acontecimientos de la noche anterior eran como fragmentos de un sueño, confusos y esquivos. Una aguda sensación de desorientación me invadió al observar mi entorno.

Era por la mañana, y muy temprano. La habitación estaba bañada por suaves tonos crema y dorados, que rezumaban lujo. La lujosa ropa de cama me envolvía, y el suave susurro de las sábanas insinuaba el lujo del espacio. Mi mirada se desvió hacia las amplias ventanas que ocupaban toda una pared y ofrecían una vista panorámica de la ciudad.

Los rascacielos se elevaban hacia el cielo y sus superficies acristaladas reflejaban el sol de la mañana.

Una punzada de confusión me invadió. Al mirar a mi alrededor, solo una pregunta ocupaba mi mente.

¿Dónde estaba?

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