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Capítulo 4: Él mujeriego de la semana

Ella no respondió ante su sorpresa, dio media vuelta y salió del hospital lugar, subió a su auto ignorando a Samuel que venía detrás de ella. Rachel condujo con rapidez, en más de una ocasión estuvo a punto de tener un accidente, pero logró llegar a la casa, estacionó e ingresó. Subió a la habitación y sacó sus maletas, se iría de aquí, esta casa no era suya, nada era suyo. Esta casa Samuel la había comprado cuando agarró fama, así que no podía quedarse, el auto él se lo había dado en sus cumpleaños, y aunque era suyo, no quería nada de él.

Escuchó la puerta principal, pero no le tomó peso, ella siguió concentrada empacando e intentando que los recuerdos de ellos dos no la hagan llorar en estos momentos.

—Rachel ¿Qué haces?

—¿Qué más? Hacer mis maletas.

—¿Me estás dejando?

—¿No era algo obvio?

Ella entra en el baño para sacar todas sus cremas y cosas personales, no quería dejar nada, para no tener que volver a poner un pie en esta casa. Al regresar a la habitación Samuel estaba sacando la ropa de la maleta, al parecer estaba decidido en no dejarla ir.

—No toques mis cosas.

Ella lo aleja de sus maletas y deja todo en orden, él la observa en silencio sin saber qué hacer. No quería dejarla ir, amaba a Rachel, pero también tenía un cierto cariño por Fernanda, así que no podía dejarla a la deriva.

—No, espera. Rachel por favor, vamos hablar. Cosas como estas se pueden perdonar.

—¡¿Perdonar?!

Él cinismo de Samuel le provoca un ataque de cólera.

Ella cierra la maleta cuando ya echado todo lo que es suyo, pero dejando toda cosa que ese idiota le ha dado.

—Rachel por favor, no hagas esto. Hablemos como siempre lo hemos hecho.

—¡¿Hablar?! ¡¿De qué vamos hablar?!

—Podemos llegar a un acuerdo.

—¿Acuerdo? ¡Eres un descarado! ¡Me has tratado de egoísta con todo lo que he hecho por ti! ¡Y tu forma de pagarme fue enamorarte de otra mujer!

—No estoy enamorado Rachel.

—Oh claro que lo estás, porque si no fuera así, no me habrías hecho hacer lo que hice por ti.

—Amor por favor, perdón. No pensé que esto nos llevaría a una separación.

—¿Y tú qué pensabas? ¿Ah? — pregunta bajando las maletas de la cama. —¿Pensabas que diría “Esto es una tormenta, pero lo afrontaremos juntos”? ¿De verdad creíste eso? ¿Qué podría perdonar un engaño? ¿Qué aceptaría que metieras a esa mujer en la casa?

—Rachel— ella pasó de largo por su lado, bajó una maleta y de ahí regresó por la otra. —Rachel por favor, piensa en nuestros años de relación.

—Dime algo ¿Tú pensaste en eso? ¿Tan siquiera antes de mentirme de esa manera?

Samuel no puede responder, no había una respuesta para ello, nada venía a su cabeza. En silencio la observó llamar a un taxi, las cosas se habían salido de sus manos, no había querido que Rachel se diera cuenta de la verdad de esta forma.

—Dame una oportunidad de arreglar las cosas— dijo con el miedo de perderla.

Ella sonríe con amargura, saca las llaves de su bolsillo que pertenecía al auto. Tomó la mano de Samuel y dejó tanto las llaves del auto cómo las de la casa.

—No quiero nada tuyo, no aparezcas en mi vida jamás.

El taxi apareció y él mismo conductor la ayudó a abordar todas las maletas.

—Rachel.

—Ah, casi lo olvido. Dame mi tarjeta.

Samuel con impotencia se la entregó.

—Y me vas a regresar el dinero.

—¿Qué? Rachel no tengo de dónde pagarte 50 millones, ¿No puedes apiadarte de la situación de Fernanda?

—Tú de verdad no tienes vergüenza— admite ella con asco. —No tengo que apiadarme de alguien que no conozco y menos de tu amante.

—Estás siendo demasiado cruel.

—No me interesa si te parezco la peor persona del mundo, así que me vas a devolver mi dinero.

—¿Cómo pretendes que te pague?

—No sé, no me importa.

El taxi llegó, el conductor se bajó al ver la cantidad de maletas.

—Rachel por favor.

—Te estoy pidiendo mi dinero de forma pacífica, no me hagas llevarlo a los tribunales.

Esas fueron sus últimas palabras antes de perderse de su vista, dentro del carro sintió el peso del dolor. Sacó los pañitos de su bolso, secó sus lágrimas y le entregó la dirección al taxista de la casa de su padre.

Al llegar su padre abre sus brazos para darle consuelo, a pesar de que él había sido uno de los tantos que le advirtió sobre Samuel, él no le había recriminado nada, solo la abrazó en todo su dolor hasta que cayó rendidamente por el sueño. En la mañana encendió la televisión y cómo era de esperarse, los medios ya se habían enterado de su ruptura.

—Impactantes noticias Enrique.

—¿Qué sucedió Lisa?

—Rondan videos de la supuesta ruptura de Samuel Escobar con su novia Rachel Santana.

—Algo inesperado, pero muchos dicen que es debido a Fernanda Rojas. Muchos rumoran que, en la ausencia de Rachel, Samuel solía visitar muy seguido a Fernanda.

—Y eso no es lo peor Enrique.

—¿A no?

—Se dice que Samuel pagó todo el tratamiento y cirugía de Fernanda, es seguro que Rachel no sabía esto y lo enfrentó en el hospital.

—Esto es algo de telenovelas.

—Y como si eso no bastara, usuarios confirman oír que Samuel le habría pedido a Rachel entender y ayudarlo en casa de que Fernanda necesite más ayuda.

—¿Cómo le pides eso a tu novia?

—Eso es lo que todo mundo quiere preguntarle a Samuel.

—Entre muchos comentarios, otros usuarios afirman que luego de que Samuel la llamara “Egoísta” Rachel dio por acabada la relación.

—Hizo muy bien, luego de eso yo no querría ver a mi novio jamás.

Rachel apaga la tele sintiendo las lágrimas invadirla ¿Qué iba a ser de su vida ahora? Su relación había tocado fondo y se sentía una estúpida por haber hecho muchas cosas por Samuel, siempre le dijeron que no lo valía, que él no era para ella, peros sus cinco años de relación hacían peso en el amor por él.

—¡Rachel!

Escuchó la voz de Lola tras escuchar el ruido de la puerta principal, sus amigas entraron en la sala y sus miradas lo decían todo. Estaban esperando una explicación, porque si esperaban a que ellos terminaran, sería porque Rachel había sido sincera con Samuel, respecto a lo que pasó en Italia, pero no era así. Era un escándalo por todos lados lo que había pasado en el hospital y lo que muchos aseguraban haber oído.

—Rachel ¿Qué pasó?

Pregunta Dalia sentándose a su lado, Lola permanece de pie frente a ellas con sus brazos cruzados.

—Chicas ahora mismo no me siento bien.

—Amiga ¿Qué sucedió en ese hospital? — interroga Lola.

Rachel cierra sus ojos por unos segundos, las lágrimas continúan derramándose y sus dos amigas se apresuran a abrazarla fuertemente. ¿Cuál era la diferencia de decirle la verdad ahora a más a delante? No la habría, se iban a enojar de todas maneras.

—Samuel me mintió, todo lo que me dijo era mentira.

—¡Ese perro desgraciado! — dice Lola empuñando sus manos.

—Es un milagro que no conseguiste ese dinero.

Dice con alivio Dalia, pero la expresión de Rachel fue tan evidente que Lola maldijo y Dalia negó no comprendiendo en qué momento su amiga había conseguido 40 millones.

—¿Rachel qué hiciste?

—Yo, yo conseguí el dinero. Él me dijo que esa gente lo estaba presionando para tener el dinero a más tardar el viernes, y yo con el miedo de que algo le pasara, pues…

—¿Tú qué? — preguntan sus amigas.

—Me acosté con ese hombre por dinero— sus amigas se impactan por sus palabras, deshacen el abrazo para poder mirarla mejor. —Yo le dije a Samuel que había encontrado una manera y cuando le dije como era, él dijo “Hazlo”

—No puede ser— Dalia cubre su boca ante el asombro.

—Me dijo que su vida estaba en peligro y no podía ponerse celoso. Yo accedí y me acosté con ese hombre, me dio los 40 millones y el resto lo puse de mis ahorros.

—¡Pero Rachel! ¡¿Qué tienes en la cabeza?!

Grita Lola desesperada y decepcionada de su amiga.

Rachel no sabía si debía seguir, aun así, se armó de valor y terminó de contar cómo fueron las cosas en el hospital hasta que llegaron a la casa. Sus amigas estaban que explotaban de la ira, no se contuvieron al decirle lo tonta que había sido, le recalcaron lo mucho que le habían advertido sobre Samuel y lastimosamente abrió sus ojos de la peor forma.

—¿Y ahora? — indaga Dalia más calmada.

—Le dije que me devolviera mi dinero, o si no, nos veríamos en los tribunales.

—Deberías demandar a ese perro y quitarle todo lo que tiene.

Dice Lola con rencor, pero Rachel no quería nada que no fuera su dinero que había ahorrado con tanto esfuerzo y el dinero que había conseguido de esa noche, porque algo que ella se había conseguido, no se lo dejaría de regalado a él.

—No Lola, por ahora solo quiero avanzar en mi vida, nada más.

De ahora en adelante Rachel solo debía enfocarse en su trabajo y en superar a Samuel, cosa que no era fácil, pues no paraba de buscarla para pedirle perdón. Ante esto Rachel debió ponerle un alto y solo recordarle que debía pagarle su dinero y nada más y así fue. Al mes que se dejaron él le depositó 500 mil, era una absurda cantidad con todo lo que le debía, pero sería paciente, por lo menos por ahora no deseaba verlo.

Sabe que Samuel está pagando porque no quiere que salga a la luz todo con la demanda que ella puede hacer. Así que toda marcha de maravillas a excepción de algo. Su periodo no llegó, aparte de sentirse extraña, pero Rachel no le tomó importancia. Un atraso al mes no es algo de lo que deba preocuparle, de todas maneras, era algo que a cualquiera le podía suceder. Como de costumbre fue a inyectarse sus anticonceptivos, le hizo saber esto a su doctora y ninguna se extrañó, pues muchos anticonceptivos cortan el periodo en algunas ocasiones.

Al segundo mes tampoco llegó su periodo, Rachel se encontraba en los baños del aeropuerto revisando si su periodo había bajado. Acomoda su ropa y sale para encontrarse con sus amigas que la esperaban.

—¿Y? — pregunta Dalia.

—No, sigue sin bajar.

—Qué raro, aunque como dice tu matrona, puede ser el anticonceptivo— piensa Lola, en las palabras de la especialista.

—Si, debe ser eso— dice no tan segura de sus palabras.

Rachel da un paso hacia la salida, todo se mueve de un lado para el otro. Ella busca apoyarse en le lavamanos y sus amigas corren para ayudarla cuando se ha desplomado en el suelo.

Lola sale a pedir ayuda mientras Dalia se queda con Rachel, por si llega a reaccionar.

El equipo de emergencias se lleva a Rachel y se cancela su viaje, en medio de su estado inconsciente, le hacen varios exámenes que exige la aerolínea para saber qué sucede con sus trabajadores.

Rachel despierta desorientada, sus amigas que estaban a su lado, se alegran de verla bien.

—¿Qué me pasó?

—Te desmayaste— le informa Dalia y Lola asiente preocupada.

Rachel asiente sintiendo nauseas, este malestar es cada vez más molesto y no sabe qué es lo que debe tomarse para que se pueda sentir mejor y seguir con su trabajo.

Él doctor entra con papeles en manos, sonríe ante la mirada de preocupación de todas.

—Relájense, todo está bien.

—¿Entonces doctor? ¿Por qué mi amiga parece que está por morir? — dice Lola y Dalia la codea por su mala broma.

—Bueno, sucede que Rachel debe empezar a comer y a cuidarse por ella y por una personita más.

Dalia y Lola cubren sus bocas comprendiendo las palabras del doctor, miran a su amiga, que, si antes se veía pálida, ahora de veía como la hoja del papel más blanco en el mundo.

—¿Disculpe?

—Felicidades señorita Rachel está embarazada. Tiene dos meses, el bebé se desarrolla de muy buena forma. Eso sí, deje la inyección por ahora, entiendo que ha continuado por no saber de su embarazo.

Si antes sentía nauseas, ahora las siente el doble.

Embarazada ¿Ella? ¡¿Cómo demonios pasó esto?!

—Ya le he enviado los resultados a la aerolínea, se pondrán en contacto con usted para su licencia de maternidad.

Informa como último y se retira, sus amigas gritan de alegría al pensar en el pequeño retoño que Rachel iba a tener, aunque ella no se veía muy contenta para saltar de alegría por la noticia.

—¿Qué pasa Rachel? — le pregunta Dalia.

—Te ves disgustada.

—¿Cómo debo estar? Por algo me cuido, no quiero tener hijos, no ahora.

—Pero es algo que ya sucedió, Rachel— le dice Lola lo evidente.

Rachel se siente sofocada y con muchas ganas de llorar, a sus veinticinco años ha quedado embarazada. Había empezado a trabajar solo hace tres años en la aerolínea de Latam-aerline, y se supone que ya tan pronto estaba pidiendo licencia y no cualquiera, sino la de maternidad. Al ser nueva la podrían echarla fácilmente, algo por lo que cruzaba los dedos de que no sucediera.

—Amiga todo va a estar bien, sé que ahora ves todo como un problema, pero aquí estaremos para ti.

—Exacto, no importa si Samuel no desea hacerse cargo— Lola le recuerda el mayor problema.

Sabe que tuvo relaciones con Samuel antes de terminar con él, pero había una gran diferencia. Samuel si había usado condón y aquel extraño no, y se había venido dentro suyo.

—No es de Samuel.

—¿Cómo que no es de Samuel? — pregunta Dalia.

—Mierda, verdad que te acostaste con ese hombre en Italia.

Rachel cubre su rostro ante la amargura, no estaba segura de poder tener a este bebé, a estas alturas de su corta vida no se había planteado ser madre. Tampoco se veía siéndola, o al menos no ahora.

—Rachel ánimo, vamos a estar contigo— le anima Lola.

Mira a sus amigas que le sonríen con mucho cariño, agradece tenerlas en este momento con ellas, o no sabe que habría hecho. Al ser dada de alta, Rachel ya no tenía nada que hacer dentro del aeropuerto, al contrario de sus amigas que irían a verla en cuanto volvieran de sus viajes. Llega a la casa de su padre y él se sorprende de verla ahí, preocupado por su aspecto la ayuda a llegar a la sala, dónde Rachel le confiesa que estaba embarazada.

—Ay Rachel ¿Qué vas hacer?

Ella no responde, no sabía ni ella misma que sería de su vida.

—Voy por un té, espera aquí.

Su padre se va a la cocina y ella enciende la televisión para despejar los malos pensamientos. Pasa de canal, hasta que ve un rostro familiar para ella.

—Nuevamente Kilian Novoa está en las miras de la cámara.

—Así es Lisa, otro viernes que a este hombre se le ve en compañía de otra dama.

—¿Algún día veremos a nuestro Novoa asentar cabeza?

—No lo sé, es un hombre que goza de una buena fortuna y siempre ha sido claro en algo.

—¿En qué, Enrique?

—Kilian Novoa no busca nada serio, disfruta de las mujeres y se enfoca en su viñedo.

Rachel toma su celular y busca en su celular el nombre de su extraño. La variedad de noticias aparece en la pantalla, era dueño de un viñedo, del cual salía el mejor vino del país y en todo el mundo. Tanía puntos de ventas en Italia y solía ir demasiado para allá, cuando se trataba de dar a conocer una nueva cepa.

—¿Por qué? ¿Por qué él?

Los escándalos de ser visto con una mujer diferente todos los fines de semana la decepcionan. Aunque bueno ¿Qué podía esperar? Su actitud de esa noche era digna de un egocéntrico mujeriego.

—¿Qué pasa?

Indaga su padre al regresar de la cocina y ver su expresión de decepción.

—Encontré al padre de mi bebé.

Ella mira de nuevo a la televisión y su padre le sigue la mirada, deja las tasas de té sobre la pequeña mesa. Presta atención a los chismes de la mañana y ve el nombre de Kilian Novoa, mira a su hija implorando que no sea verdad.

—Dime que no cierto.

—No papá, el mujeriego de Kilian Novoa es el padre de mi hijo.

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