Cordelia
El tiempo se detuvo.
El rayo violeta venía directamente hacia mi Zeiren.
Él se tensó. Su cuerpo enorme, su espalda ancha como un escudo. Su respiración era un susurro en mi oído, pero su cuerpo irradiaba una furia que ya no podía contener.
Sabía que estaba luchando con todo dentro de él, contra la bestia que Astaroth había encadenado a su voluntad.
—Eloah… —me susurró con los labios apenas rozando mi oído—. Confía en mí.
Y antes de que pudiera responderle, me cargó en sus brazos.
—¡Zeiren! —protesté, pero su fuerza me envolvió como una prisión segura.
Voló hacia adelante, esquivando el disparo de Diego. El aire se partió a nuestro alrededor, la bala de energía pura silbando cerca.
Mi cabello se agitaba con el viento, mi corazón retumbaba en mis costillas.
Pero…
—Zeiren, bájame —grité, golpeándole el hombro.
—No —dijo con la voz de un trueno.
—¡Eres un estorbo para él! —gritó Diego, apuntándonos desde la arena—. ¿Es esto lo que quieres, Cordelia? ¿Arrastrarlo contigo a la muer