Mariana apretaba el celular con fuerza, y su idea se hacía cada vez más firme.
Como era de esperar, Walter estaba inquieto porque no había podido encontrarla.
¿No significaba eso que realmente estaba empezando a sentir algo por ella?
—¿Mañana te dan de alta? —preguntó Walter de repente, rompiendo el silencio.
Mariana volvió en sí, dejó el teléfono y alzó la vista para verlo con un secador de pelo en la mano, listo para secarse el cabello.
Asintió suavemente y respondió: —Sí.
—No dejes que Serafín venga por ti, yo te llevo a casa —dijo él mientras se secaba el cabello sin prestarle mucha atención.
Mariana se acostó y se arropó bien con la cobija, murmurando: —No te molestes, señor Guzmán.
Walter soltó una risa fría en lugar de responder; se despeinó un poco el cabello y apagó el secador antes de guardarlo en el armario.
La miró con frialdad y dijo: —Si de verdad no quieres molestarme, entonces haz lo que te digo.
Ese tipo era tan mandón que resultaba exasperante.
Mariana no quería segui