Walter frunció el ceño, fijando en ella una mirada tan tranquila como un agua estancada, como si diera por sentado que ella era una mujer maquiavélica y despreciable.
Mariana sentía tanto ira como amargura en su corazón.
Aunque ya no le importaba cómo la veía Walter, sus repetidos interrogatorios seguían haciéndola sentir avergonzada y humillada.
Se rio con desdén y dijo con aflicción: —Si tan mal me consideras, ¿por qué no voy a decirle directamente a la abuela que nos vamos a divorciar?
—¡No te atreves! —Walter dio un paso adelante y amenazó.
A juzgar por el comportamiento de Nerea hace un momento, estaba claro que se preocupaba mucho por el matrimonio de ellos. ¿No la haría sentir triste a propósito decirle en ese momento que se iban a divorciar?
De ninguna manera él iba a permitir el más mínimo error antes del banquete de cumpleaños de su abuela.
Mariana soltó una risita fría y espetó: —¿Por qué no me atrevo? Walter, ten en cuenta, ella es tu abuela, ¡no la mía!
La única razón por