—¿Señor Guzmán?
La suave voz de la enfermera detrás de él hizo que Walter volviera en sí. Se giró lentamente, con una expresión que emanaba una autoridad y fuerza indescriptibles, haciendo que todo el espacio a su alrededor pareciera más pesado debido a su presencia.
La enfermera, intimidada por su poderosa aura, tragó saliva antes de entregarle cuidadosamente el medicamento que tenía en la mano. —Estas son sus medicinas.
Walter asintió y volvió a dirigir su mirada hacia la sala de emergencias, preguntando en voz baja: —¿Qué está pasando ahí?
La enfermera también miró hacia la sala y explicó: —Oh, el señor Carmelo tuvo un ataque al corazón. Lo están atendiendo.
Walter frunció el ceño. ¿El padre de Serafín tuvo un ataque al corazón y Mariana estaba ahí?
¿Acaso realmente se había convertido en la doctora de cabecera de la familia Holgado?
Pensando en eso, Walter apretó los dientes y soltó un resoplido. ¿Qué tanto podría hacer Mariana? ¿Cómo se atrevía Carmelo, ese viejo testarudo, a conf