En ese momento, la persona se giró y alzó la vista, encontrándose con Mariana.
Ambos se miraron como si hubieran descubierto un nuevo continente, con los ojos bien abiertos.
Mariana vio cómo esa persona se acercaba a ella con pasos rápidos.
—¿Mariana? ¡Qué coincidencia encontrarte aquí! ¿Estás sola? — preguntó Jacob con entusiasmo mientras miraba a su alrededor.
Mariana sonrió incómoda, un poco resignada. Yacuanagua era tan pequeña que incluso en un club nocturno se cruzaba con conocidos.
—No, vine con Yolanda —respondió sinceramente, señalando a la mujer que estaba en la zona VIP junto al escenario.
Jacob siguió la dirección de su mano y vio a Yolanda, concentrada en su celular, con una figura esbelta y elegante. Aunque el bar estaba lleno de ruido, ella parecía una flor de lirio que florecía tranquilamente, destacándose a simple vista.
Su aura era como una corriente de aire fresco, única y difícil de imitar.
Jacob levantó una ceja y se inclinó hacia Mariana, diciendo de manera mister