¡Él había encontrado a su hija biológica! ¡Finalmente la había encontrado!
—Rania... —No pudo evitar llamarla.
Mariana frunció el ceño.
—No soy Rania, soy Mariana —le recordó.
Él la miró y asintió. —Lo sé, sé que es difícil aceptar este hecho de inmediato.
—Siéntate, hablemos con calma —Eduardo la miró con ternura, ya no había en sus ojos la hostilidad y el desagrado de antes.
Mariana se sentó y tomó un sorbo de café. Ante el cambio de su identidad, se sentía desorientada.
Eduardo había pensado en muchas maneras de comenzar la conversación con su hermana. Preguntas como: ¿Cómo has estado? ¿Qué tal te ha ido estos años? ¿Tus padres adoptivos te han tratado bien?
Pero al enfrentar a Mariana, se quedó sin palabras. No porque no supiera qué decir, sino porque conocía muy bien el mundo de Mariana.
La llamada hermana de Eduardo, Jimena, había hecho mucho daño a su verdadera hermana... Eduardo se sentía completamente perdido.
—Yo...
—Mariana...
Mariana habló al mismo tiempo que Fabio.
Ella se