En resumen, Jimena era un chivo expiatorio. Cuando era momento de morir, ella se lanzaba al frente. Cuando no era su asunto, Leo prefería que se mantuviera lejos, maldita loca.
—¡Llévensela! —exclamó Leo, irritado.
Jimena se acercó de inmediato a Mariana y le gritó: —¡Leo, no creas que no sé lo que planeas! Si hoy tocas a Mariana con un dedo, ¡Walter te quitará la vida!
Aunque Jimena estaba loca, aún llevaba grabados en su interior los recuerdos de Walter.
Mariana observó a Jimena con melancolía. Entonces, ¿cuál era la situación? ¿Jimena y Leo habían llegado a un punto muerto? ¿Debería ella quedarse a ver el espectáculo o...?
—¡No me amenaces con Walter! —rugió Leo.
Jimena soltó una risa fría. —¿Te preocupa? ¡Inténtalo! ¡Soy la que mejor conoce a Walter!
Al escuchar esto, Mariana no pudo evitar toser levemente. ¿Acaso ella no conocía a Walter?
Jimena no prestó atención a Mariana. El sonido del ventilador se volvió más pesado. La arrastraron hacia fuera, mientras ella seguía advirtiendo