Paloma y su asistente se quedaron un momento atónitas al darse cuenta de que había alguien ahí.
Pensaron que, aunque las escucharan, solo estarían comentando de manera casual, ya que ella era la protagonista y todos la alababan, así que no debería preocuparse.
Sin embargo, al acercarse, Paloma iba a preguntar por qué estaban escuchando su conversación, pero se encontró con Yolanda, que estaba sentada en una mecedora, mirándola con desdén.
Yolanda, como buena estrella, lucía un ligero vestido blanco, con el cabello suelto y un maquillaje muy natural. A pesar de su debilidad, su presencia seguía siendo imponente. Paloma se quedó sin palabras al mirarla, y hasta su asistente pareció quedarse muda, balbuceando antes de finalmente decir:
—¡Señorita Solís, usted está aquí!
Yolanda las miró fríamente. —Lo siento, no era mi intención escuchar lo que decían.
—¡Por supuesto que lo sé! ¡Nosotros vinimos a hablar! —Su asistente rápidamente asumió la responsabilidad y trató de cambiar de tema.
Yola