Walter miraba a Mariana desde una posición superior. Sus cejas se fruncían mientras ella estaba a punto de sentarse en el suelo, con su bolso al lado, y su apariencia no era la mejor.
—¿Te has emborrachado demasiado? —preguntó Walter.
Mariana levantó su rostro y volvió a levantar su teléfono. Walter bajó la vista y colgó la videollamada.
Mariana lo señaló, diciendo: —¿Cómo has venido? No te dije que no vinieras. ¿Quién te llamó?
Por el efecto del alcohol, su discurso era un poco incoherente. Pero eso no le impidió levantarse y empujarlo, diciendo: —Vete ya.
Los ojos de Walter se oscurecieron ligeramente. Agarró la muñeca de Mariana y le preguntó.
—¿Qué pasa? ¿Es que estar conmigo te hace sentir vergüenza?
Mariana lo miró fijamente, con desafío y enfado en sus ojos.
—Sí, vergüenza.
Walter levantó una ceja, sin importarle lo que decía Mariana. Asintió y dijo: —Bueno, si dices que es vergüenza, entonces lo es. Mejor te pondré una máscara cuando salgamos, ¿está bien?
De todos modos, cuando