Al día siguiente, por la tarde, en una sala reservada de un restaurante de cinco estrellas, frente a una gran mesa redonda, estaban sentadas muchas personas. Todos hablaban y reían, y muchos amigos que habían perdido contacto se reencontraban ese día.
—¡Amigo, te va bastante bien! Oí que ahora trabajas en el hospital central.
—No solo eso, ¡sino que tu profesor es el famoso profesor Ubaldo! ¡Impresionante! Entre nosotros, eres el que más ha logrado.
En la planta baja, un Pagani morado se detuvo. El guardia se acercó desde lejos; ese coche tenía mucha fama. En Yacuanagua solo había un Pagani morado, y ese era de Mariana.
Mariana salió del coche, arrojó las llaves al conserje y entró al edificio con indolencia. Un camarero se acercó y la llevó al ascensor.
En el ascensor, Mariana miró al espejo y jugueteó con su cabello. Ese día llevaba un qipao de terciopelo negro con una chaqueta de piel marrón. Llevaba dos brazaletes y un collar de perlas blancas. Su estilo general era lujoso y elegan