—Walter, no cruces la línea. A dónde voy es mi libertad, ¡no tengo por qué informarte! —Mariana frunció el ceño, su tono claramente molesto.
—Yo... —Walter movió los labios, sin saber qué decir.
Si ella decía que estaba cruzando la línea, no tendría forma de defenderse.
Mariana tomó su abrigo. Walter apretó los labios, simplemente se quedó en su lugar. Cuando Mariana se puso la ropa y salió, él la siguió en silencio. La atmósfera era extraña.
Mariana se puso los zapatos, la tela de su vestido arrastrándose por el suelo, y él la ayudó a recogerlo. Al salir, el viento la hizo estremecer.
Cuando Mariana bajó los escalones, él también salió. Ella no pudo evitar volverse a mirarlo.
Parecía un niño que había sido reprendido, y aún no decía una palabra.
Mariana apretó los labios y suspiró. —¿Qué pasa?
¿No iba a hablar? ¿Qué significaba eso?
Walter frunció el ceño, expresando su descontento con la mirada. Ya no preguntó más; de todos modos, sabía que ella no le diría nada.
Mariana abrió la pue