—Eso fue cuando eras niño, ¿verdad? —Walter dijo con una sonrisa.
Mariana lo miró de inmediato, preguntándose qué significaba eso. ¿Acaso él no era un niño que disfrutaba de la comida y el juego?
—Yo era más inteligente que él cuando era pequeño —Walter levantó una ceja, con una expresión orgullosa.
Mariana movió los labios y soltó un leve resoplido. En sus hermosos ojos brilló una chispa de descontento, y su rostro adquirió un matiz de travesura.
—¿Quieres decir que yo soy la tonta?
Walter sonrió. Era tan adorable Mariana, especialmente cuando se ponía así de juguetona; su corazón latía más rápido.
—No eres tú, soy yo —suspiró.
—¿Estás burlándote de mí? Hablas con tanto desdén —Mariana respondió.
—¿Cómo podría?
—Sí, lo haces. Si eres inteligente, ¡pues qué bien! No me importa. Al fin y al cabo, yo fui muy feliz de niña.
—Yo también fui bastante bien —dijo él.
Mariana hizo pucheros, sin ganas de seguir conversando con ese hombre.
Sin embargo, no pudo evitar soltar: —Felipe es tan adora