Walter se acercó.
Ya no era el tono suave de antes; ahora era frío y autoritario. Ella realmente había cambiado.
No solo había dejado de amarlo, su carácter también había cambiado mucho.
Después de que el médico revisó a Walter, le colocó una vía y le recordó repetidamente que debía comer a sus horas.
Mariana solo escuchaba en silencio. Si él pudiera seguir las recomendaciones del médico, no tendría que estar ingresando al hospital una y otra vez por problemas estomacales.
—Simón puede estar muy ocupado, no lo llamé para que te acompañe. Llamaré a la enfermera para que te vigile el gotero. Ahora subiré a ver a la abuela. ¿Te quedas solo, bien? —Mariana sirvió un vaso de agua caliente y lo puso en la mesita de noche, mirando a Walter, que no tenía buen aspecto.
Walter miró a Mariana y movió los labios.
Quería decir que no estaba bien.
Pero no sabía cómo estaba su abuela.
—Quiero ir contigo a ver a la abuela —dijo él.
—No puedes moverte ahora, quédate tranquilo —Mariana frunció el ceño,