En la cubierta.
Jimena estaba discutiendo con una chica.
La había empujado contra la baranda, desde la cual se veía el abismo del mar profundo.
Jimena le sujetaba con fuerza los brazos a la chica, con terror reflejado en sus ojos.
Respiraba con dificultad y jadeaba, buscando entre la multitud a la persona que necesitaba.
—Walter... ¡Walter, sálvame!
La chica bufó con frialdad y le apretó con fuerza el cuello a Jimena. —¡Eres la amante que se mete en la relación de otros!
Se oyó un revuelo entre la gente, y alguien susurró: —El señor Guzmán ha llegado.
Al escuchar esto, la chica dio un paso al frente y le espetó a Jimena: —¿Sabes quién me ha enviado? ¡Mariana!
Walter se detuvo en seco.
Jimena la miró incrédula. —¿Qué?
La chica rechinó los dientes, furiosa: —El señor Guzmán tenía una bonita relación con Mariana, y usted se metió. ¿Acaso no debería morir?
Vicente también se apresuró a llegar, y al ver a Mariana al margen, se acercó a ella.
Mariana escuchaba en silencio las acusaciones, co