COLINA
—¿Dimitri, qué carajos, hombre? —oigo a Rafaele murmurar.
—Bueno, alguien nos tuvo despiertos a todos toda la noche, así que pensé que si venía a bloquear un polvo podría dormir —murmura Dimitri. Gimoteando, entierro mi cabeza más en la almohada.
¿Espera, Dimitri?
Mis ojos se abren de golpe y me doy vuelta, quedando boca arriba, para verlo sonriéndome desde arriba, con Rafaele aún a mi otro lado. —Sabes, tienes un problema con mirarme dormir. Es espeluznante, tío.
Su sonrisa se ensancha. —Eso no es lo único que hago cuando duermes.
Parpadeo. —Es demasiado jodidamente temprano para tus locuras —gruño mientras me estiro, y luego gimo cuando mi cuerpo protesta. Mis muslos están adoloridos y también mi coño, bien usados y agotados. Rafaele no es precisamente pequeño, y todo el sexo que he estado teniendo ya ha pasado factura.
—Dimitri, me duele el coño —me quejo, y tanto él como Rafaele se ríen.
—Bien.
—Idiotas, los dos —espeté. —Ni siquiera les importa que con sus enormes pollas h