Mientras la mayoría de los estudiantes duerme, en la torre de las estudiantes, las luces están encendidas y Amaris y sus doncellas no descansan de los preparativos. La despedida se acerca. Y con ella, el inicio de algo que Amaris no alcanza a nombrar.

Viajará a Elyndor.

A su hogar.

Las doncellas se mueven de un lado a otro con ligereza y eficiencia. Abren baúles, doblan telas, discuten sobre vestidos apropiados, frascos de perfume, capas para el frío del camino. No es un viaje cualquiera. Es un viaje diplomático, porque en cuanto cruce las puertas de la universidad, volverá a ser Amaris, la princesa de Elyndor. Toda su corte viene en su encuentro, para llevarla al palacio como lo que es, la hija de los reyes de Elyndor, hermana del príncipe heredero.

Mavina revisa por tercera vez la lista de lo que debe empacar.

—No voy a necesitar ese corsé tan ajustado. Apenas podré respirar —rezonga Amaris sacando un corsé color perla del baúl.

—Pero es el que mejor te queda con el vestido borgoña