¡Tres años! Todo ese tiempo cubriendo su rostro, temerosa de que alguien la descubriese. Sus manos temblaban y lágrimas mojaban sus mejillas, su corazón latía con brusquedad y su respiración estaba acelerada. Se sentía tan expuesta y vulnerable, tan fea.
Arthur se acercó estupefacto y levantó su mentón; sus miradas se encontraron y ella no supo descifrar ese brillo en sus ojos cafés.
—¡Eres tan hermosa! —Limpió las lágrimas que rodaban por su piel y la abrazó—. Te amo, Sam y me duele que te hayan hecho daño.
Ella lloró sobre su hombro. Él sostuvo su rostro entre sus manos y la observó con fascinación.
—Tus labios son tan lindos... Tu nariz es perfecta, todo tu rostro es simétrico y hermoso.
—No lo es. —Ella sollozó y él acarició la