Lino aplicó un programa especial en mi teléfono, filtrando números desconocidos, y me lo devolvió. Su expresión era seria, como si se estuviera preparando para lo peor. Le quité el teléfono de la mano, dedicándole una pequeña sonrisa de agradecimiento.
Marie entró en la habitación con un vaso de zumo de naranja. Me lo entregó con una cálida sonrisa, y yo se la devolví con una suave sonrisa, agradecida por el pequeño gesto de amabilidad.
Sabía exactamente lo que quería. A veces es como una gallina.
"¿Y cuándo me vas a decir qué quiere Antonio de ti?", preguntó Lino, con tono tranquilo pero mirada penetrante, observándome atentamente mientras me sentaba frente a él, con los brazos cruzados a la defensiva.
"Es demasiado secreto", respondí, intentando evadir la conversación, pero su expresión me hizo ver que no iba a dejarlo pasar tan fácilmente.
Sobre todo después de habernos prometido que no nos guardaríamos secretos. Arqueó una ceja, claramente indiferente a mi evasiva. Suspiré, sabien