Jonathan y yo nos sentamos, esbozando un plan a grandes rasgos en el reverso de un papel. Era rudimentario, pero serviría. La clave era salir del edificio sin ser vistos. Lino tenía ojos por todas partes y no podía permitirme cometer ningún error.
Espero que me perdone, pero necesitaba hacerlo. Era parte de mi terrible fobia, mi TOC. Si no lo hacía, no tendría paz. Tendría que extremar las precauciones porque ya no estaba sola. Éramos dos personas.
—¿Y bien, cuál es el plan? —preguntó Jonathan, reclinándose en su silla.
—Diré que necesito ir al baño —dije, golpeando la mesa con el bolígrafo—. Eso nos dará unos minutos.
—¿Y luego qué? —preguntó, arqueando una ceja.
—He notado que siempre hay alguien siguiéndome —admití—. Tenemos que despistarlo.
Jonathan asintió. —Podemos usar la salida lateral cerca de los baños. Normalmente no hay vigilancia.
Respiré hondo, intentando calmar mis nervios. —De acuerdo, hagámoslo.
Mientras avanzábamos por la oficina, sentía el peso del plan sobre mis ho