Capítulo 126
Aparqué a unas manzanas de distancia y caminé el resto del camino hasta el muelle.
La noche se sentía fría, más fría de lo habitual.
Quizás era mi miedo.
No le conté a Enzo sobre esta reunión; tomé cartas en el asunto. Cada paso resonaba en el espacio vacío, el sonido rebotaba en las vigas de metal y los pilares de hormigón. Observé la zona, mientras mis ojos se acostumbraban a las tenues farolas que proyectaban largas sombras sobre el suelo.
Allí estaba él, Damean, apoyado con indiferencia contra un contenedor de carga oxidado, con las manos metidas en los bolsillos de su abrigo.
Parecía casi demasiado relajado, como si esperara a un viejo amigo en lugar de a alguien que supiera que iba armado.
En lugar de a su enemigo.
Al acercarme, mantuve la mano cerca del interior de mi abrigo, sintiendo el peso del arma escondida allí.
Por si acaso la cosa se salía de control.
Se me aceleró el pulso y me obligué a mantener una expresión neutral, a no mostrar nada.
"Violet", me salu