Cuando desperté estaba sola. Me levanté al baño y tras fijarme que Santi aún dormía volví a la cama. Hace mucho tiempo que no descansaba tan bien y relajadamente y cuando estaba a punto de dormirme de nuevo apareció el susodicho con el desayuno.
—Buenos días—Me dijo.
—¿En serio?—Pregunté, muy sorprendida.
Comí con ganas; Quequitos, tostadas con palta y jugo de naranja. Habían unas galletitas que se notaban que eran para Santi cuando despertara. No podía sentirme más sensual y estúpida y me atreví a besarlo en los labios. Fue la parte más rica del desayuno.
—Que rico—Le dije—Gracias. ¿No vas a ir a trabajar?
—No creo—Respondió—Mañana es fin de mes y prefiero guardarme.
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