Emma deja la puerta de su casa abierta, para que Roland entre sin llamar, se acerca a la nevera dando saltitos y saca dos cervezas. Después, enciende el televisor y se sienta en el sillón. Esperando a que llegue su amigo, va abriendo una cerveza y da su primer trago; está tan fresquita que la sabe a gloria.
Roland llega, y aunque está la puerta abierta, toca y pregunta:
—¿Se puede pasar? ¡Novatilla!
Al reconocer la voz de su compañero responde:
—¡Claro! Dejé abierto para eso, para que no tuvieras que llamar.
Cuando entra al salón, y ve a Emma sentada de mala manera, entonces él mismo coge una silla, la acerca y cogiendo su pie lo acomoda.
—Tienes que poner el pie en