210

El silencio cayó como una losa.

Ciel sintió que el corazón se le partía en el pecho cuando vio el pequeño cuerpo de su hijo aflojarse entre sus brazos. La luz que antes vibraba alrededor de él ahora era apenas un parpadeo débil, casi inexistente.

—No… no, no, no… —susurró ella, temblando—. Mi amor, mírame… respira…

El bebé no reaccionó.

Ian se arrodilló a su lado, con el rostro completamente descompuesto.

—Ciel… ¿qué está pasando? —preguntó con la voz quebrada.

Ella no pudo responder.

Un miedo tan profundo que parecía un océano entero le apretaba las costillas, impidiéndole respirar.

Alexandre dio un paso adelante… luego otro, pero esta vez despacio, sin fuerza, sin amenazas.

Solo urgencia.

—Entró en colapso energético —dijo en un murmullo tenso—. Su sangre está tratando de protegerlo… pero su cuerpo no es lo suficientemente fuerte para soportar la desestabilización del eclipse.

Ciel apretó al bebé contra su pecho, desesperada.

—¡Haz algo! ¡Ayúdalo! ¡Por favor!

Las lágrimas resbalaban
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