｡ ٬٬⌠ Claudia ⌡‧₊˚

Abrí la puerta de la habitación del hotel con las llaves todavía tibias en la mano y mi cuerpo protestó: el viaje me había dejado con las piernas clavadas de cansancio y la cabeza a punto de estallar. El pasillo olía a cera y a talco; las moquetas amortiguaban mis pasos. No quería entrar, pero lo hice de todos modos. La puerta se cerró detrás de mí con un clic seco que sonó como un juicio.

Connor estaba en el cuarto: el abrigo sobre la silla, la corbata a medio aflojar, la mirada como si hubiera desgastado cada hora del reloj esperando mi regreso. El ventanal dejaba pasar la luz naranja de los faroles y, más allá, la ciudad se extendía en parpadeos: techo de tejas, campanarios, la ribera de un Arno que ignoraba nuestras guerras.