Parte 4. Capítulo 12. ¡Detente!
Deibi entró sin ser invitado a una habitación solo para enfermeras, donde las mujeres que trabajaban en los diversos consultorios del centro de salud guardaban sus pertenencias y descansaban en medio de la jornada.
En esa ocasión, el cuarto estaba casi desolado, solo una chica se encontraba dentro. Una rubia de ojos verdes e hipnóticos que tenía los nervios del guerrero atados en un cordón fuerte en su pecho.
Al sentir la invasión, la mujer dejó de revisar su teléfono móvil y se giró con rostro irritado, pero al ver que se trabaja de Deibi, se impactó, quedando sin palabras.
—Hola —dijo él con una sonrisa traviesa y entró cerrando la puerta tras de sí—. No sabía que trabajabas en La Costa. Por lo visto, no estás de paso.
Ella apretó la mandíbula con enfado y se irguió. Así escondió su preocupación. No había sentido su presencia, por lo visto, sus dotes comenzaban a fallar.
—¿Qué haces aquí? ¿No sabes que está prohibido entrar?
—¿Quién va sacarme?
Mary se mostró desconcertada por su a