Parte 4. Capítulo 11. Provocaciones
—En mi opinión, él ha mejorado —comentó Isabel mientras ayudaba a Rebeca a sacar a Máximo de la bañera donde le estaban dando un baño, enrollándolo en una toalla.
El niño reía con ella y masticaba una tortuga de hule. El quebranto le había pasado y aunque conservaba aún algunas marcas en su piel, muchas ya se le habían borrado.
—No me siento conforme —reveló Rebeca envolviéndolo en un abrazo protector y besando su húmeda cabecita—. Hablaré con Baudilio. Podría ser una enfermedad que tenga que ver con la bestia.
—¿Con la bestia? —consultó Isabel acompañándola a la cama, donde colaboraría para secarlo y vestirlo.
—Gabriel me dice que desde la niñez se comienzan a mostrar algunas dotes de fuerza y rapidez, incluso, en la coloración de los ojos cuando está enfadado, que demuestran que él será elegido para poseer al espíritu cuando este deje a su padre. Max no ha presentado nada fuera de lo normal, Gabriel ha estado pendiente. Solo esas extrañas dolencias.
—¿Y no será muy pronto para eso?