Johanna Suárez, una mujer mexicana de espíritu libre y apasionado, conoció a Kim Ji-Sam, un hombre coreano reservado y misterioso, en un desfile de modas en Seúl. Desde el primer momento, hubo una conexión innegable entre ellos, una chispa que encendió un amor prohibido debido a sus diferencias culturales y las expectativas de sus familias. Johanna, con su cabello café y rizado, y ojos llenos de vida, era una mujer que irradiaba calidez y alegría. Sin importar su pasado. Provenía de una familia tradicional mexicana, donde la familia y la comunidad eran el centro de todo. En contraste, Kim Ji-Sam, con su porte elegante y mirada profunda, venía de una familia coreana estricta y conservadora, donde el honor y la disciplina eran fundamentales. Su mundo era uno de sobriedad y formalidad, donde las emociones se mantenían bajo control. A pesar de sus diferencias, Johanna y Ji-Sam se encontraron atraídos el uno al otro de una manera que no podían explicar.
Leer más—Señorita Johanna Suárez, es usted encontrada culpable del homicidio del productor Vicent castillo —exclamó el señor juez—. Pero debido a que usted es menor de edad, será trasladada al correccional femenil de mujeres hasta cumplir la mayoría de edad. —Terminó el señor juez golpeando el escritorio con el martillo de madera.
—¡No! —un grito invade toda la sala y ese provenía de la madre de Vicent Castillo, que se sentía indignada por la sentencia que le habían dado a la mujer que asesino a su hijo—. ¡Esa mujer debería de ser condenada a la pena de muerte! —dijo la mujer de cabello castaño cubierto con algunas canas. —¡Silencio en la sala! —dijo el juez con voz ronca—. Doy por finalizado este juicio —al terminar de hablar la gente se pone de pie. Dos policías toman del brazo a la joven de quince años de cabello castaño, piel de color medio y de complexión delgada. Que tiene esposas en las muñecas y en los tobillos. Los hombres se llevan a la joven. —¡Te juro que nunca te dejaré en paz! —la voz de la mujer, cargada de odio y sufrimiento, resonó como un eco en la sala—. Tú me arrebataste lo único que me quedaba en la vida… —Sus manos temblaban mientras sus ojos, llenos de lágrimas de rabia, se fijaban en Johanna—. ¡Te haré pagar, m*****a! Aseguraré que ni siquiera puedas soñar con una segunda oportunidad. Johanna ignoró las amenazas de esa mujer, no le importaba lo que hicieran debido a que no se sentía para nada arrepentida de haberse defendido de los abusos de Vicent. Mientras caminaban por los pasillos, ella tenía en su mente, cada recuerdo amargo que había ocasionado ese hombre y cómo ella había sido tan ingenua en caer en sus garras. Los tres salieron del lugar por una puerta trasera, llevándola hasta un auto brindado, metiéndola en su interior y entrando con ella sentándose a su lado. El ronquido del motor se escuchó seguido del movimiento del vehículo. Ella sabía a donde la llevaban y no se sentía mal, entendía que debía de estar ahí. Lo que se lamentaba es de haberle creído a ese hombre, todavía recordaba cómo fue que lo conoció: todo comenzó en una entrevista para un comercial de pasta dental. Johanna estaba en la fila esperando impaciente su turno, cuando le tocó dio todo de sí, al terminar le dijeron que era muy buena, pero que no buscaban a una chica con el cabello castaño y la rechazaron de inmediato. Estaba triste y desanimada al escuchar que por una simple cosa la estaba rechazado, estaba por salir de las instalaciones cuando un hombre corriendo detrás de ella la detuvo. —¿Johanna? —la llamo el hombre alto, fornido, bien vestido, cabello castaño claro y hermosos ojos avellana. —Sí —respondió Johanna con lágrimas en los ojos. —No llores linda, entiendo que este medio es bastante duro con las aprendices —dijo, sonriendo—, aunque la verdad para mí has estado asombrosa y quiero que trabajes para mí. Johanna no se creía lo que escuchaba, dejo de sentirse triste porque un rayo de esperanza la iluminaba y por fin iba a lograr ser una famosa modelo. Las puertas se abrieron, dejando que la luz volviera a entrar a la parte trasera del camión, opacando por un momento la vista de la castaña, hasta que sus ojos lograron acoplarse a la luz, pudo ver a un hombre armado y cubierto por completo del rostro. —¡Abajo! —ordenó un el hombre. Johanna, como buena niña, obedeció la petición de ese desconocido. Bajo del camión sin protestar, seguido de los otros dos que ya estaban con ella y al estar frente a ese nuevo hombre la tomó de la muñeca jalándola hacia el interior de la enorme prisión. Caminaron con calma por los fríos y oscuros pasillos. Hasta que se detuvieron en una pequeña habitación donde una mujer mayor maquillada exageradamente se encuentra frente a una computadora muy antigua. —Señora Olmos —le llamó la atención uno de los hombres. La mujer aparta la vista del monitor mirando hacia nuestra dirección, sonríe satisfecha como si conociera a Johanna. —Tú debes de ser la nueva —expresó la mujer muy sonriente. Teclea algo en su computadora y se escucha el sonido de la impresora. La mujer toma la hoja que ha salido y se aproxima hasta ellos. Saliendo de la pequeña habitación y caminando a la siguiente, donde solo hay una cámara fotográfica y un cartel con rayas. —¡Párate ahí! —uno de los hombres de atrás empuja a la castaña. Johanna se acerca al lugar donde la mujer mayor le está señalando con su huesudo dedo. —Aquí linda —dijo la mujer. Johanna se para en la cruz—. Sujeta esto —la anciana le entra el cartel con el hombre de Johanna Suárez escrito en letras grandes y un número de serie. La anciana con paso de caracol se acerca a la cámara colocándose detrás de ella. Toma la primera imagen. —Sonríe mi niña, por lo menos debes de verte linda en la foto de tu ficha policial —propone la anciana, pero para Johanna no le ve importancia si se ve bien o mal—, está bien como elijas —se enoja la anciana—. Ahora de perfil derecho —ordena. Johanna obedece—. De perfil izquierdo. Perfecto. Al terminar la sección de fotos, la mujer mayor toma el cartel de Johanna dejándolo en una mesa cercana y toma de las manos a la joven. Llevándola consigo hasta otra habitación donde le entrega un par de mantas y un uniforme. —Bienvenida linda —agrega la anciana. Johanna solo la ve con disgusto, pero no le contesta nada. Uno de los policías toma a la joven jalándola hasta entrar al área donde se encuentran todos las reclusas. Caminan por el pasillo viendo desde el primer piso que la prisión está dividida en dos pisos, la superior y la inferior. Johanna sigue de cercas a los hombres mientras que pasan por los pequeños cuartos, algunos desocupados, mientras en otros hay mujeres muy jóvenes un tanto violentas que al verla le lanzas besos o palabras obscenas hasta que llegan a uno de los cuartos donde ve que hay una mujer en su interior. —Este será tu nuevo hogar, a las 7:00 de la mañana es el desayuno y a las 3:00 de la tarde es la comida procura estar puntual porque si no te toca comida ese no es nuestro problema —le informa el hombre—. De las 12:00 de medio día hasta las 2:30 de la tarde podrán salir al patio —sigue hablando—. Y de las 7 a las 8 podrán entrar a las regaderas, pero solo en ese horario. ¡Entendiste! —le grita. —Sí, señor —confirma Johanna. —Perfecto, pelos rojos será tu compañera durante tu instancia con nosotros, así que espero que te lleves bien con ella o no es nuestro problema —el hombre continúa contándole. Mientras que el otro que venía detrás de ella le quita las cadenas de los tobillos y de las muñecas. Empujando a la castaña para que entre en su interior. Cerrando la puerta, dejándola sola con esa mujer de cabello corto. —Hola, tú debes de ser Johanna Suárez, la modelo que mato al productor Vicent Castillo —habla la mujer. —Sí —acepta la castaña. —¿Y es verdad que dicen que lo mataste cortándole el cuello y que té quédate viendo como su alma salía poco a poco? —pregunta la mujer con un tono de voz muy macabro. —Tal vez —Johanna usa el mismo tono que ella e intentando poner una mirada fría. Por un momento ambas mujeres se quedan calladas en un duelo de miradas hasta que la mujer de cabello corto se pone de pie hasta quedar frente a Johanna. Ella tiembla en su interior, espera y que esta mujer no le vaya a hacer daño. —¡Ja, ja, ja! —suelta la carcajada y pasa su brazo por encima de sus hombros—. Me caes bien niña. Creo que seremos buenas amigas. Mi cama es la de arriba, así que te tocara dormir abajo —le aclaro la chica. —Está bien, no tengo problema —acepto gustosa Johanna y es que para ella está bien dormir en esa parte -¿Las chicas de aquí? —Preguntó Johanna fingiendo estar tranquila, la preocupación surgiendo en su corazón—. ¿Son realmente tan malos como dicen? La otra mujer se rió sarcásticamente. - Peor de lo que piensas. Algunos vienen aquí para matar a sus propias familias, otros... por cosas que no mencionaré. Sólo un consejo: mantente alejado de ellos y, si alguien se acerca demasiado, asegúrate de que comprendan que no eres un blanco fácil. Johanna solo asiente y es que lo que menos quiere son problemas. Toma asiento en su cama y solo espera que su madre esté bien porque durante el juicio ella permaneció triste y seria al ver a su hija siendo condenada…Los años han pasado, para ser más exactos, 4 años. Johanna y Sam ya tienen un hermoso niño de 2 años de ojos cafés y cabello oscuro. Que se llama Kim Ji-Hajun. Aunque a Johanna no le agradó mucho el nombre porque es muy difícil de pronunciar, al final aceptó. El pequeño tiene muchos rasgos coreanos, pero los ojos un poco más abiertos que los coreanos de sangre limpia. También tiene rasgos latinos que lo hacen ver un niño superlindo y tierno. Valeria y Hee son las más felices del mundo de tener a un hermanito pequeño con quien jugar y cuidar. Lo consienten como si fuera un pequeño príncipe. Johanna se siente feliz de ver lo atento que es Sam porque desde los nueve meses de embarazo se comportó como todo un caballero, con decir que cuando le dijo, se puso a brincar de alegría y durante todo el tiempo no quería ni tocarla, pero al final ella supo cómo convencerlo, aunque un tanto dudoso. Para ella tener un hijo en este país fue toda una experiencia completamente nueva en comparación
Alim y Min, durante la fiesta, se la pasaron bailando como si fueran dos gallinas espinadas, aunque vieron cómo Johanna y Sam son tan hermosos que se aman mucho. Después de terminarse la fiesta, Min y Alim fueron al departamento donde se la pasaron muy contentos viendo televisión. Al día siguiente, ellos fueron por su propia cuenta a conocer la ciudad. La coreana le mostró al filipino todo lo bello que había, incluso la comida, a pesar de ser un poco picante. Lo lleva a la pequeña empresa que tiene, donde el filipino se quedó mucho más impactado de la hermosa e inteligente mujer que tiene a su lado, quedando mucho más enamorado de ella. Al estar solos en la oficina de Min, se detiene en la enorme ventana de cristal viendo la hermosa vista que tiene de la ciudad. —Min —la llama; ella voltea a verlo. —Sí. —Desde que me invitaste a venir estuve pensando y lo que es seguro es que no me quiero regresar sin ti. —Así que le dije a mi padre que dejaría la empresa para venirme con
A la mañana siguiente, Sam abre los ojos sintiéndolos muy pesados, pero de inmediato el dolor de cabeza se hace presente, sintiéndose fatal. Se pone de pie, cubriendo su cuerpo desnudo con una bata, sale de la habitación, dirigiéndose con dificultad por los pasillos hasta llegar a la cocina, donde ve a su esposa cocinar. —Buenos días, amor —saludó Johanna con alegría. —Buenos días, cariño —dijo, sentándose en la silla frente a la mesa y agarrando las sienes. —¿Te duele la cabeza? —preguntó Johanna mientras ve cómo él se mira un poco triste. —Sí, me duele mucho —confirmó. Al oír eso, la mexicana busca una pastilla en uno de los cajones y llena un vaso de agua, colocándolo frente a él. —Ten, esto te ayudará —le coloca frente a él. —Gracias, cariño —el de toma la pastilla—. ¿Cómo fue que pasó esto? —¿No lo recuerdas? —indagó Johanna. —No. —Déjame refrescarte la memoria —dijo Johanna, bajándole a la estufa y sentándose frente a su esposo. (Flashback) Después
Mientras nuestra pareja de recién casados disfruta de su luna de miel. Min y Alim han salido más ahora que ya no tiene que hacerse cargo de las niñas. La coreana se encuentra feliz porque ha conocido a Alim más a fondo, viendo que es un hombre espectacular, muy atento, romántico, cariñoso y que la apoya en todo. Hoy decidieron salir a caminar, además de que Min lo invitara a México, ya que Johanna le dijo que, después de que regresara de su luna de miel, irían a México para festejar su matrimonio con una fiesta real. —Estás muy seria, ¿ocurre algo? —habló el filipino. —No, solo recordaba algo. —¿No me digas que es relacionado con tu madre? —preguntó y Min queda muy confundida. —No es de ella; desde lo ocurrido no he vuelto a hablar con ella. Sé que si lo hago, me reprochará todo lo que le dije y, además, no quiero que se meta en mi vida. —Ya veo, ahora entiendo por qué mi madre se la pasa, hablándome y preguntándome de ti. —Tu madre le habla a la mía para saber lo que ocurr
La mexicana y el coreano después de unas horas de vuelo por fin han llegado a su destino. Suben al vehículo que los llevará a una cabaña en el bosque que rentó el señor Kim para pasar este momento con ella. Al llegar, Johanna se queda impresionada por tanta belleza, además que hay mucha paz en este lugar y baja el señor Kim, la carga en sus brazos llevándola hacia el interior de la cabaña…—Qué romántico, ¿esto se hace en tu cultura? —preguntó Johanna mientras lo rodeaba con sus brazos por el cuello.—No, pero lo hago por ti, además de que ahora ya no temo demostrar mis sentimientos y el enorme afecto que te tengo —declaró Sam dándole un beso.—Qué lindo —susurró Johanna. Él continúa subiendo las escaleras hasta entrar en una habitación baja a su esposa; ella ve que está completamente con velas, rosas, chocolates y algunos globos. En la cama hay un enorme corazón hecho de pétalos de rosa—. ¿Tú hiciste esto? —Sí, me puse a ver novelas mexicanas y vi que hacían esto, así que quise sor
Las semanas pasaron rápido y la noticia que el señor Kim se casaría corrió como pólvora. Y cómo siempre, muchas personas de acuerdo, mientras que otras en contra, entre ellos algunos socios de la empresa. Aunque no pudieron negarse del todo, ya que si lo hacían pensarían que ellos también eran unos abusadores y que apoyaban las agresiones hacia las mujeres, así que decidieron permanecer con el señor Kim sin oponerse a su matrimonio… La señora Seol poco a poco fue aceptando todo y más el hecho de tener a una consuegra bastante habladora. Sí, es una falta de respeto porque ella es mayor, pero entiende que así son las creencias y además debe de acostumbrarse, ya que después de la boda la señora se quedará con ella, al igual que la hija de Johanna y su nieta. Bueno, veremos cómo les va en ese tiempo. A miles de kilómetros de ahí, la reputación de la familia Castillo ha ido en picada debido a la rueda de prensa donde se supo la verdad; las inversiones han caído y están pasando por una
Último capítulo