No podía escuchar nada más aparte de los disparos, los gritos y los cristales rompiéndose. Me paralicé. Austin me cubrió con su cuerpo hasta que estuvimos tirados en el suelo. Era como un escudo sólido.
―Arrástrate hasta el muro ―Me exigió con dureza.
El dulce y encantador Austin que me sonreía hace unos segundos se desvaneció para darle la bienvenida al hombre que se ha pasado la mitad de su vida escapando de la muerte. A pesar de la severidad en su voz, no estaba entrando en pánico, estaba calmado.
Divisé el muro a pocos metros de mí. Se veía tan cerca, pero cuando tienes que pasar por una lluvia de balas lo hacía parecer muy lejano.
―Levantate con la cabeza agachada y corre hasta el muro. Yo te cubro ―Me ordenó.
―¿Qué?
Con las balas cayendo como confeti, se me difi