Capítulo setenta y dos: mi esposo pervertido.
―¿Qué haces?
―¿Qué haces tú? ―contraataqué―. ¿Vas a arruinarles el futuro a dos niños solo porque te llamaron pobre?
Me sentí muy rara al llamar niños a unos jóvenes de dieciocho años cuando solo tengo veinticinco años. Pero, en mi defensa, a mi edad ya experimenté lo que es casarse, divorciarse, tener un amante y estar embarazada.
―Y por estar coqueteando contigo e intentar pasarse de la raya ―Añadió.
Respiré profundo.
―Seremos padres, Austin. ¿Y si fuera nuestro hijo al que intentan arruinar la vida con tanta facilidad?
Resopló.
―Primero: no educaría a mi hijo para que se comporte como un idiota. Segundo: podríamos tener una linda princesa ―dijo meloso, acariciando mi vientre. Luego de unos segundos, volvió a comportarse con frialdad―. Así que, dame el celular, amor.
―No. Necesito que actúes como un adulto y digieras lo sucedido. No uses tu dinero para salirte con la tuya.
―Si esa es la parte divertida de tener dinero.
Esto no estaba yendo a ningún lado. Tenía que cam