Capítulo 90.

Aquella noche, después de que Paul se marchara, me quedé sentada en el suelo, sin saber lo que debía hacer. Había luchado tanto para poder salir de aquí y ahora que estaba tan cerca de conseguirlo, todo se había vuelto a complicar. De verdad que nada me podía salir bien. Quizás estaba condenada a una vida miserable y la única que se negaba a aceptarlo era yo.

El muy desgraciado había borrado la verdad. Como si fuera un editor barato de la historia. Un hechizo y ¡pum!, ya nadie recordaba nada. Excepto yo. Excepto mi hijo. Excepto esa luna enorme que seguía mirándome desde la ventana como si supiera que algo no cuadraba.

No sé cuánto tiempo estuve así, sin moverme. Me temblaban las piernas, me ardían los ojos, pero no quería llorar. No quería darle ese gusto a Paul. Lo único que me repetía era que tenía que pensar, que tenía que encontrar la forma de salir. Que no podía rendirme ahora. No después de haber llegado tan lejos.

Entonces, algo pasó.

Un viento raro entró por la v