Empujó la puerta de la oficina con la esperanza de encontrar a Luis Fernando un poco más tranquilo y dispuesto a escucharla. Sin embargo, lo que vio la dejó paralizada. Allí estaba él, abrazado a Laura, compartiendo un beso apasionado que le desgarró el corazón.
—¡Luis Fernando! —gritó, con su voz temblando de indignación y dolor. Se sentía devastada, como si el suelo se abriera bajo sus pies. Había ido a buscarlo con la única esperanza de que pudiera creer en ella, de convencerlo de que las fotos eran un montaje, pero al verlo junto a Laura, se dio cuenta de que todo estaba perdido.
Luis Fernando se separó de Laura de inmediato; su rostro reflejaba sorpresa y confusión, era obvio que no esperaba verla allí después de haberla dejado destrozada con sus insultos. Sin embargo, al verla, su expresión se tornó en una mezcla de dolor y reproche. Laura sonreía con malicia, como si supiera que su plan había funcionado a la perfección.
—¿Qué haces aquí, Grecia? —preguntó Luis Fernando, frunciendo el ceño con su voz llena de tensión.
—¿Mejor dime qué haces tú con ella? ¿Esa es la reunión de la que me advirtió tu asistente? —respondió, señalando a Laura, que mantenía su sonrisa de satisfacción—. ¿Acaso no te importa lo que yo sienta? ¡Me has echado de tu vida por una mentira y ahora te encuentro besándote con la responsable de toda esta farsa!
—No tienes moral para reclamarme nada —replicó Luis Fernando, con un tono lleno de amargura—. Te creíste tan astuta que podías engañarme y salirte con la tuya. Pues ya ves que no. Me di cuenta a tiempo de que solo te casaste conmigo por mi dinero.
Sintió que el aire se le escapaba. Sus palabras eran cuchillos que la atravesaban. Sabía que él la amaba, pero los celos provocados por las fotos lo tenían ciego. No quería darse cuenta de la verdad, solo se enfocaba en acusarla, y todo gracias a las manipulaciones de Laura, que estaba aprovechando su vulnerabilidad para seguir inyectándole su veneno en su contra.
—¡Esa no soy yo! —gritó, haciendo que su voz resonara en la oficina—. ¡Es un fotomontaje! ¡Estoy segura de que Laura ha hecho esto para separarnos! ¿Acaso no te das cuenta de eso?
Laura, con una expresión de satisfacción, se acercó a Luis Fernando y lo abrazó, como si estuviera reclamando su victoria.
—Luisfer, cariño, no puedes dejar que ella te manipule más —dijo Laura, en un tono que pretendía ser consolador—. Antes de que esta mujer apareciera, yo ya era tu prometida, y ya ves lo que resultó, tiene un amante. Tú te mereces una mujer que te ame y que sea de tu mismo nivel social, y esa mujer soy yo.
Sintiendo que se rompía en mil pedazos, la rabia y la tristeza inundaron su ser.
—¡Eres una manipuladora! —le gritó a Laura—. ¡Siempre has querido destruir nuestra relación porque no terminas de superar que Luis Fernando te dejó para casarse conmigo! No terminas de aceptar que a quien ama es a mí.
—Pero ya lo perdiste —respondió Laura, con una sonrisa burlona—. Nunca debiste meterte entre Luisfer y yo. Siempre fuiste una intrusa que nunca encajó en nuestra sociedad.
Con lágrimas en los ojos, dio un paso atrás, sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor.
—Nunca pensé, Luis Fernando, que te dejarías manipular por las mentiras de Laura. Creí ciegamente en tu amor, pero me equivoqué. Todo este año de casados solo ha sido un espejismo.
Luis Fernando, con el rostro marcado por la confusión y el dolor, solo le esquivaba la mirada. Su expresión era el vivo reflejo de su propia lucha interna, entre creer en su inocencia o creer en las pruebas que la condenaban.
—¡Basta! —gritó Luis Fernando, su voz resonó en toda la oficina—. No quiero escucharte más. Ya he tenido suficiente con tu traición. Ya me imagino cómo te habrás burlado de mí con tu amante. Vete de mi vida, Grecia.
—Ya lo escuchaste, mesera de quinta, mi Luisfer no quiere saber más de ti. Lárgate de aquí y no regreses nunca más —dijo Laura, abrazando a Luis Fernando y clavando en ella su mirada de triunfo.
—No te preocupes, Luis Fernando, no sabrás de mí nunca más. Solo le pido a Dios que nunca te arrepientas del error que estás cometiendo. Porque cuando descubras la verdad, ya no estaré para ti y no te perdonaré nunca, ¿me escuchaste? ¡Nunca!
Le gritó con fuerza, sintiendo que su corazón se rompía en mil pedazos. Con un último vistazo a Luis Fernando, que parecía perdido entre sus emociones, se dio la vuelta y salió de la oficina, sintiendo cómo la devastación la envolvía. Cada paso que daba hacia la salida era un recordatorio de todo lo que había perdido.
Se tropezó con su asistente y no pudo evitar decirle con sarcasmo: —La reunión ya terminó. Ella la miró con una expresión de vergüenza, pero al final comprendió que no tenía la culpa de apoyar a Luis Fernando, solo cumplía con su trabajo.
Luis Fernando se quedó devastado; él, en su empeño de creer que ella lo había traicionado, estaba sufriendo tanto como ella. Con la diferencia de que tenía quien lo consolara, una arpía que había planificado todo.